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domingo, junio 4, 2023

William Blake

Para ver un mundo en un grano de arena

y un paraíso en una flor silvestre,

sostén el infinito en la palma de la mano

y la eternidad en una hora.

(William Blake, Augurios de inocencia)

Óscar Aguirre Gómez*

Hace algún tiempo —¡cómo pasa el tiempo!— fui profesor de literatura en una prestigiosa universidad. Ahora hago uso de buen retiro. Una noche, debía preparar mi clase de literatura inglesa y opté por un autor bien recibido por unos y no tanto por otros.

Miré con admiración las imágenes del libro que tenía frente a mí. Verdaderamente la obra literaria de este autor se complementa con su pintura. Una y otra son dos caras de una misma búsqueda. Hablo de William Blake, un espíritu singular como el que más y, además, poco común. Blake nació apenas un año después de Mozart y murió el mismo año que Beethoven. Es decir, su existencia —70 años— abarcó las vidas de ambos. Y en su transcurrir trajo otros mundos y los mostró, lo mismo que los dos genios de la música. Y así como la historia es un círculo, como el tiempo, así ciertas vidas encierran un círculo en sí mismas.

Visionario, grabador y poeta, Blake nació en Londres y en Londres murió. No salió nunca de Inglaterra, pero viajó por otros mundos. Decía que lo inspiraban seres alados.

Blake nos señala tres caminos de salvación: el moral, el intelectual y el estético. Hombre extraño, creó una literatura igualmente extraña. Pocos han comprendido el significado de su obra. Para él, vivir según la imaginación, es el secreto de la vida. Muchas de los atributos del ser humano, como el pensamiento, el sentimiento, la propia existencia, no son más que aspectos de la imaginación. De acuerdo a este pensador, no hay nada fuera de la imaginación, que es eterna. Dice que las cadenas que llevamos todos han sido forjadas por nuestro espíritu. Y en parte tiene razón. A veces buscamos nuestra propia perdición.

Así como yo he recurrido a veces a escuchar una música desconocida, ajena a la cotidiana, para distraer mi atención y conocer cosas nuevas y así como frecuento nuevas personas para conocer otros mundos y otras opiniones, así mismo quería mostrar a mis alumnos un autor novedoso, por lo viejo. Igualmente, como el arte es intuición, se debe vivir según la imaginación, en lo cual concuerdo con Blake. Y es que la imaginación, avivada por la voluntad, nos despierta y nos eleva. La imaginación nos permite habitar en dos mundos a la vez. En cualquier época de su vida, mediante la imaginación, el hombre, atraído por lo fantástico, no renunciará a la fascinación de franquear sus propias limitaciones. El deseo de ir más allá vence los linderos familiares y nos lleva a otras dimensiones. Aunque todos provenimos de un mismo origen y tenemos un mismo fin, vamos hacia ese fin por caminos diferentes. En esa larga ruta el tiempo se confunde y el espacio varía. Pero al final son uno solo. Y de acuerdo a Blake, el mundo sensible no es sino el reflejo de otras realidades. Mirándonos en el espejo de la verdad, ¿sería posible remontarnos a las fuentes de los reflejos que desvían nuestro ser? Sé que mi voluntad me mueve hacia donde en verdad quiero ir. Si vacilo, el camino oscila. Pero así como la imaginación del alma universal crea, así yo, universo en miniatura, puedo traer a la realidad formas invisibles; es decir, materializar el pensamiento. De igual manera, lo que yo imagino, otro lo puede realizar. En este sentido, la imaginación de Blake fue llevada hasta el extremo. De niño, veía ángeles en los árboles.

La filosofía de Blake es reflejo de su temperamento. Muchos otros han obtenido su inspiración de los magos, Blake, de los poetas; mientras unos sacaron su saber de fuentes comunes, él lo sacó de los pájaros y de las flores. Blake sostenía que los sucesos naturales no eran sino mensajes de fuerzas desconocidas. Pocos lo leyeron y más pocos lo entendieron aun. Acudió a arquetipos y construyó una mitología propia. El cristianismo, siguiendo los lineamientos del poeta, es un arte y su práctica conlleva ser artistas. Blake advierte que el materialismo traerá la destrucción de la naturaleza y la alienación del hombre, hechos que ya se perciben ahora a comienzos del siglo XXI.

No muy afectos a cierta literatura, mis estudiantes —yo lo sabía— no mirarían a Blake con buenos ojos. Pero ese sería el tema. ¿Cómo les comunicaría la esencia de su arte? ¿Y en qué podría resumirse ese arte? Trasladar la visión de un hombre incomprendido no sólo en su época sino en todas, a las paredes de un aula donde una treintena de muchachos solo se preocupaba por sobresalir entre ellos mismos —exhibiendo el móvil de moda—, era casi una temeridad. ¿A quién le interesaba Blake? ¡Pero yo era osado!

—Los fantasmas que merodean al hombre, ya bien entrado el siglo XXI… —empecé diciendo al otro día en mi clase—. Y es un día muy lejano, aunque transcurrió hace apenas algún tiempo… Un tiempo perdido en el recuerdo de días que ya se marcharon, como se marchan todos, sólo que no nos damos por enterados. El tiempo también es imaginación. Así como en nuestra imaginación retenemos el tiempo, que en realidad vuela, así también vivimos días imaginarios. Días en que imaginamos que otros nos imaginan, ¡mientras todo acaba inexorablemente!

(Del libro Visiones fugitivas)

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