“Creo que la fotografía con su expresión visual no puede igualar la sensación de éxtasis que resulta después de leer un fragmento bien escrito”.
Alberto Rivera
Subienda es el resultado de un proyecto creativo de largo aliento que inició en el año 2019 en medio de un viaje para hacer fotografía documental en Nueva Venecia, Magdalena.
En un intento por homenajear a su papá, Ángela ha escrito este libro testimonial que integra fotografía y texto sobre el valor del legado que los padres les dejan a sus hijos y la necesidad de rescatar el concepto de “memoria” y la importancia de andar por la vida con certeza y esperanza.
A sus veintitrés años, Javier, el protagonista de esta historia, fue a su grado universitario con un traje prestado que le quedaba grande. En buena parte de su juventud tuvo que correr por las calles de Cúcuta con sus zapatos viejos y sin cordones. Soñó durante muchas navidades con un tren de juguete que nunca tuvo…
Hasta que conoció el río grande de la Magdalena, donde hizo un pacto con unos pescadores y, años después, no solo recibió el tren, sino la recompensa a su lucha, su dedicación, su gratitud, su fe y su capacidad de entregar amor.
Subienda es su ópera prima testimonial, ¿qué encontramos en el libro?
En Subienda encontramos el homenaje a un padre escrito desde los ojos de una hija. Encontramos, también, una historia de lucha y tenacidad muy propia de los colombianos, además de un recorrido por algunas vivencias de mi familia y el deseo de exaltar y agradecer al río Magdalena y a sus pescadores. Es un libro en el que narro cómo mi papá —quien en sus cuentos infantiles me cambiaba los carruajes por canoas—, conoció la abundancia gracias al río.
Son casi cuatro años para ver el libro hecho realidad, ¿por qué?
Bueno, son varias las razones. El proceso de escritura del libro es algo que me debía a mí misma y a los míos desde hacía mucho tiempo. Yo quería contarle al mundo lo que el Magdalena hizo por mi padre pero quería hacerlo bien, quería iniciar un camino de preparación visual y de técnica. No quería escribir sin tener conocimiento de primera mano. Entonces empecé a viajar por algunas zonas ribereñas del Magdalena —Mompox, Nueva Venecia, Villa Vieja, Barranquilla, Sitio Nuevo, Honda— para hacer fotografía documental y convivir con pescadores y así poder saber, por ejemplo, cuánto pesa una canoa cuando se saca del agua. Mi papá alzó muchas canoas para poder comer, de ahí que para mí fue fundamental tener este tipo de datos. Además de los viajes, el libro se escribió, editó y diagramó en medio de la pandemia. Los tiempos fueron muy diferentes a los esperados. Como dicen por ahí “cuando se planea en la tierra, en el cielo se ríen”.
Fotografía y texto en homenaje a su padre… ¿a qué se debe?
Creo que la fotografía con su expresión visual no puede igualar la sensación de éxtasis que resulta después de leer un fragmento bien escrito, ni el texto puede reemplazar lo maravillados que nos sentimos al tener de frente una fotografía hermosa y poderosa hecha en el momento preciso. Por eso pensé en usarlos a ambos como recursos visuales complementarios. En la historia universal ha sido recurrente el uso de los retratos familiares para asegurar la memoria. Siento que fotografiar a mi papá en el libro respondió a esa necesidad de darle algo de permanencia a su paso por la Tierra.
Pero también es un homenaje a los pescadores y al río Magdalena … ¿qué tiene ese río en su vida?
Si hilamos fino podría decir que la historia de mi vida siempre ha estado permeada por el río. Primero porque mi primer acercamiento a la literatura fue sobre él con los cuentos de mi papá. Recuerdo que de niña los mapas que más me gustaba dibujar eran los de hidrografía porque en ellos calcaba el recorrido del Magdalena. Segundo porque gracias al río y a los pescadores la vida de mi familia cambió. Dejamos de tener a la escasez como una invitada permanente en la sala de nuestra casa. Y, finalmente, la riqueza visual y narrativa del río es lo que me ha permitido contar historias.
Javier, el protagonista, sueña con muchas cosas del río que se le cumplen … ¿le pasó lo mismo a usted?
Sí, de hecho publicar este libro es un sueño cumplido gracias al río.
Ama los boleros, es como si el libro fuera una largamente escuchado …
Así es. Qué buena descripción. Creo que para los autores sus libros se vuelven una especie de canción favorita. No sé cuántas veces he leído Subienda, pero gracias a las lecturas recurrentes algunos párrafos me sonaban como melodías.
¿Por qué se hizo, además, fotógrafa?
Porque me encanta oír historias y en la fotografía documental encontré la manera de conocer historias nuevas y contárselas a otros. Además, la fotografía tiene una ventaja y es que puede entenderse en cualquier idioma.
¿Qué espera que pase con Subienda?
Quisiera que muchas personas conocieran la historia de mi papá. También me gustaría que varios lectores se contagiaran de este amor por el Magdalena; siento que Colombia es un país que siempre ha visto hacia el mar y le ha dado la espalda al río.
La autora
Ángela Castellanos nació en Cúcuta, Colombia, en 1986. Creció amando el río Magdalena gracias a los cuentos infantiles que le contaba su papá, en los que cambiaba los príncipes por pescadores y los carruajes por canoas. A los ocho años escribió sus primeros cuentos sobre la necesidad de cuidar el río. Es fotógrafa y amante de los libros y los boleros. Estudió Gobierno y Relaciones Internacionales y que viene de un sector diferente al cultural o artístico, pues siempre ha trabajado en ingeniería civil. Es una lectora asidua, una amante de los animales, una persona disciplinada y comprometida. Es alguien que prefiere los lugares tranquilos, pocos pero sinceros amigos, y la buena mesa. Hoy vive en Bogotá.