Javier Ríos Gómez
Uno no cree que puedan pasar estas cosas. Y cada que pasan, más se acerca uno a la necesidad de difundir los valores de esas personas que están cerca de nosotros y que por verlas tan repetidas veces, lo consideramos “paisaje” y nos animamos a despreciar.
Quiero contarle a todos ustedes amigos lectores de este espectacular Suplemento Literario, donde tan generosamente nos permiten publicar nuestras ideas sus directivas y propietarios y quienes lo dirigen tan acertadamente, que a Germán Ossa, Geross, lo conozco desde hace más de 40 años y son muchas las cosas que me motivan a escribir sobre él, por la cantidad de cosas buenas que están presentes y que no deben pasar desapercibidas porque a decir verdad, nos han dejado una profunda y saludable huella.
Primero, su Cine Club, ese ejercicio que por los años ochenta allí en Comfamiliar de la quinta, como le decíamos, donde nos enseñó a centenares de afiebrados a ver y comprender el cine (tarea que ejerce sin desaliento hasta nuestros días), donde nos permitió conocer las mejores películas clásicas de la historia del cine y las mejores películas que se hacían en ese entonces en el mundo entero, con funciones semanales que precedían de amenos comentarios y enseñanzas que nunca olvidaremos y que permitió el nacimiento de otros Cine Clubes que continuaron con su tarea y a la que también respetamos y admiramos.
Luego lo tuve más cerca, como su alumno, allí en la Universidad Libre, donde ejerció como catedrático por más de 12 años, donde nos enseñó una amena Economía Agrícola que se convirtió en una de las mejores asignaturas donadas a nuestros compañeros de clase, en la Facultad de Economía que también es fuerte y valiosa en nuestra sociedad y más adelante, hasta hoy, como ese amigo cordial, sincero, sereno y ameno, que nos enseña tantas cosas a menudo, gracias a que su contacto permanente con la cultura en general (no solo cinematográfica), lo dotan de esas posibilidades.
Pero claro, lo que me anima a contar estas cosas, es esa veta artística que no es tan conocida por muchos de nosotros y que socarronamente, calladamente, modestamente, posee y desarrolla de manera informal, cotidiana, sencilla, con sus lápices de varias tintas, sobre papeles y cartones de diferentes calidades, donde dibuja lo que habla, escribe lo que sueña, graba lo que imagina y condensa lo que sus pensamientos “ven” pasar por nuestro alrededor y que nosotros nunca detectamos hasta cuando aparecen en ellos, convertidos en mujeres pájaros, en seres alados, en figuras que danzan, caminan y vuelan en mundos jamás imaginados, por montones.
Pues bien, un puñado de esas criaturas, a color, en blanco y negro, con lápices de varias marcas y con minas de varios grosores, en pequeño formato, se salieron de nuestro entorno y fueron vistas por una galerista extranjera que de inmediato se animó a invitarlas para que alegraran y embellecieran las paredes de su hermosa y elegante Galería que las mostrará a un público exótico, diferente al nuestro, durante varios días en este mes de febrero, en esa bella ciudad suiza de nombre Friburgo.
Todos y cada uno de sus dibujos (él dice que no dibuja sino uno solo, de muchas formas), son una nueva experiencia cada vez y cada vez, todos ellos, son un juego que tienen en su interior, fantásticas historias que contar.
Desde ya, me atrevo a advertirlo, sus trabajos, encantarán a sus observadores y muy buenas noticias nos llegarán dentro de poco. Ojalá nos las comparta.
Congratulaciones Geross, abrazos inmensos.