Germán A. Ossa E.
Qué bueno saber que muy pronto saldrá al mercado difícil de la literatura y el arte, una nueva novela, o libro, de este extraordinario artista, escritor, cinéfilo, intelectual, poeta de la imagen (pictórica, plástica, literaria, cinematográfica, fotográfica) antioqueño, que tanto ha hecho por el arte colombiano y universal, tanto en su departamento natal (Medellín, hace años), como en los Estados Unidos, a donde se fue a vivir, por allá por la década de los años ochentas.
Félix aparece en varios libros de arte, como un artista que revolucionó la manera de contar historias con sus extraordinarios dibujos y obvio, con sus muy originales propuestas (recuerdo esos caballos, esos beisbolistas, esos ciclistas, únicos, irrepetibles, fantásticos!). Aparece en el libro de historia de la oficina cultural del BID, pues fue el curador, director, del centro cultural de tan importante entidad por mucho tiempo, dejando una huella impecable y luego de retirarse de ese templo de la cultura, no quiso por nada del mundo esconderse en el silencio del descanso (merecido por cierto), sino, continuar con su desaforada obsesión y pasión de seguir creando, para alimentar su espíritu y esencia de artista, y obvio, alimentar el apetito de sus miles de seguidores y admiradores de su obra, que está llena de historias reales, inventadas, ficticias, concretas, noveladas, pintadas, dibujadas y hasta fotografiadas, que concibe sin descansar, esté el mundo sano o contagiado de cualquier tipo de plagas o virus, pues vino a la tierra fue a producir, a dejar huella válida de su existencia.
Paradójico es que esta terrible pandemia que obligó a los habitantes de este planeta a refugiarnos en la oscuridad del no abrazo, del no compartir la risa, las conversaciones y los brindis en la compañía física y cercana donde el aliento de todos se confunde con la música que se escucha en el mismo sitio, se haya dedicado de lleno a escribir, a pintar, a dibujar, a ver cine (su otra pasión), para regalarnos con lo creado, ese nuevo aliento que invita a querer más la vida, nuestra vida, nuestras vidas.
Mucho le agradecemos al Maestro Félix y a su editorial que nos hayan permitido regalarle a los lectores de Las Artes uno de sus capítulos de esta tenaz novela que pronto saldrá al mercado y por tanto, esperamos que lo disfruten.
La cámara enmarca el dintel de una puerta entreabierta que conduce a una habitación impersonal. Al empujarla, el ambiente se despliega en su sencillez, con una cama contra la pared opuesta, en la que yace un muchacho que otrora debió ser la belleza misma, ahora ausente, espantada por la enfermedad y los efectos perniciosos de numerosos medicamentos, que lo único que producen es la extensión de signos vitales, pero no vida o alegría de vivir. La estructura de metal que sostiene bolsas con líquidos intravenosos es el otro único mueble, por fuera de la cama y una silla metálica, a todas luces incómodas.
Una figura de corbata se acerca cautelosamente al lecho creyendo que quien yace ahí se encuentra dormido, pero se sorprende cuando el enfermo le llama por su nombre y con la mano señala una lámina enmarcada, el único adorno del cuarto, representando al arcángel San Miguel. “My champion”, dice con gran esfuerzo el chico exhausto. La cámara enfoca la imagen del arcángel, se devuelve muy despacio y enfoca el lecho con toda la figura del muchacho postrado en su miseria, mientras es observado por el hombre de corbata, parado a su lado.
“Esta es la última noche que pasaremos juntos, la última vez que nos veremos”, murmura el enfermo. “Espero que no te resulte incómodo dormir. Solo quiero que te acuestes a mi lado. Antes debes activar la cápsula con el intravenoso. Me permite dormir tranquilo. No olvides ponerte los guantes de caucho. Esta noche será la más tranquila de todas las que me quedan, porque estás a mi lado”.
El hombre de corbata asegura la conexión con el tubo del intravenoso, y se recuesta en el lecho mirando al chico, mientras siente que la tierra se abre por un agujero negro que se traga toda la casa.
La cámara hace un giro de ciento ochenta grados registrando la pareja descansando sobre el lecho, yendo desde el rostro del chico exhausto por la cercanía de la muerte, hasta el rostro del personaje que le acompaña, con los ojos cerrados y sumidos en una expresión indefinida que desafía la resignación.
El enfermo respira irregularmente. La cámara sugiere que la respiración no es plácida, y deja margen a la incertidumbre. A su lado, el cuerpo del hombre de corbata parece estar asimismo dormido, con una mano sobre el pecho y la otra colgada por fuera del borde del lecho. Los pantalones del traje que vistió esa noche para la cena son los mismos, al igual que las medias todavía con los zapatos puestos, la camisa con el cuello abierto y alrededor, la corbata suelta con que llegó ese día por la tarde.
La cámara se aproxima a una distancia indiscreta del hombre de la corbata. En ese instante una sacudida lo despierta bruscamente. El enfermo sufre una convulsión. La cámara se retrae. El hombre de la corbata se recuesta, se inclina hacia adelante y observa al chico que, sin recobrar el conocimiento, mueve la cabeza mientras el cuerpo se estremece. El hombre de la corbata le pone la mano en la frente y le repite que es solo un mal sueño. De pronto, se vira hacia la cámara enmarcando su rostro en un close-up. El hombre de la corbata es Mickey, y no está soñando, o imaginando una película. Ashton es víctima de un espasmo y es necesario tomar alguna acción. Mickey se levanta, se dirige al cuarto del hermano –antes ocupado por Katrina–, y lo despierta diciéndole que Ashton está mal.
Harper, el hermano del enfermo, no dice una palabra y sin pensarlo dos veces, salta de la cama, saca de la cajonera un frasco sellado al vacío y una jeringa, alcohol y algodón, quita el cobertor de la aguja, llena la jeringa con el líquido y entra al cuarto de Ashton, inyectándolo sin dubitación. Ashton comienza a relajarse, sin despertar, y pronto entra en otro sueño aún más pesado, su mente en un lugar inalcanzable alejada de todo lo que sucede en el cuarto, o consigo mismo.
“Lamento que esto haya ocurrido. No es frecuente. Es una reacción del sistema nervioso. Probablemente la emoción de verse contigo produjo un efecto inconsciente. Mañana probablemente no recuerde nada”.
“¿Así está de mal?”.
“Me temo que sí. No veo razón para que te quedes. Si te parece, te pido un taxi que te lleve al aeropuerto. Puedes cambiar el vuelo a uno más temprano. Gracias por venir. Cuando Ashton pregunte si de veras estuviste aquí, le diré que sí, que pasaste la noche con él, que te sentiste muy feliz, que todo estuvo muy bien y te fuiste tranquilo, aunque sé que no lo estás”.
Eran las seis y media de la mañana cuando Mickey abordó el vuelo a Washington. Cuando la azafata preguntó a los pasajeros en clase de negocios qué les provocaba para tomar, Mickey pidió un Sello Negro doble en las rocas. La azafata le dijo que tenían que esperar hasta las siete de la mañana para legalmente poder servir alcohol.
“¡Olvídelo! Tengo que conducir mi coche cuando llegue”.
En Thanksgiving Day, Mickey pidió permiso a los amigos con los que se había reunido en The Four Season para hacer una llamada a Atlanta y preguntar, a quién contestara el teléfono, cómo estaba Ashton, y de paso, desearles una sobria celebración.
La vida quizá le hizo un último favor a Mickey, o un nuevo acto de crueldad, porque al igual que otras personas cercanas, como su madre, o su padre, nunca vio a Ashton muerto, a cambio de estar presente en la agonía.
La madre, sin emoción alguna, le comunicó que había muerto el día anterior.
Cuando Mickey preguntó sobre el funeral, en el mismo impersonal tono le informó que ya lo había cremado, y no habría ningún otro tipo de servicio. Podía olvidar, de una vez, cualquier recuerdo que conservara de Ashton, que como su nombre sugería, era solo cenizas.
TANTAS VIDAS, MIGUEL
La más reciente novela de Félix Ángel. Español. 524 páginas. Tapa dura. 23.5 x 23.5 cm. (cerrado). Papel Vilaseca de 90 gr. Cosido en cuadernillos. 150 grabados ilustran el volumen.
Próximamente disponible en Tragaluz Editores. Calle 9 #43C-50, tel. 448 02 95
Medellín – Colombia
Miguel arrastra sus demonios mientras camina entre los bares y calles de Nueva York, Atlanta y Washington DC en su búsqueda implacable del amor, aunque tenga que cambiar tantas veces sea necesario con el fin de tenerlo, por lo menos, durante una pequeña fracción de tiempo.
Tantas vidas, Miguel es el relato íntimo y mundano de un hombre al que el pasado le ha dejado marcas profundas. Una batalla incansable por encontrar la felicidad y el equilibrio, no sin atravesar previamente el dolor y la amargura de la soledad. Una novela escrita e ilustrada por Félix Ángel que en pocos días saldrá de imprenta.
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