23.5 C
Pereira
domingo, diciembre 10, 2023

La aventura de los libros, Presentación de Magdalenas por el Cauca

Mauricio Ramírez Gómez

Tuve la suerte de escuchar hablar por primera vez a Gabriel Posada sobre Magdalenas por el Cauca, en 2003, en un café de Medellín, luego de una función de cine. El proyecto estaba apenas en su cabeza, aunado a ese recuerdo de los días de pesca con su padre en el río Cauca y a la impresión que le causó ver un cadáver flotando en esas aguas. Luego tuve también la suerte de ser testigo de la construcción de las primeras balsas, en noviembre de 2008. He visto desde entonces cómo este proyecto se ha ido enriqueciendo, tanto con las experiencias de las comunidades con las que Yorlady Ruiz y Gabriel Posada han interactuado, como con las reflexiones que la propia obra les ha suscitado a ambos artistas. Porque si algo caracteriza este proyecto es que carece de moldes y por eso, aunque el ritual de las balsas parece ser el mismo, cada intervención tiene un significado diferente. Lo único que no cambia en él es la convicción de ambos de que el arte no debe callar ante el horror de la violencia.

Esta convicción política de que el arte debe asumir una responsabilidad ha despertado sospechas entre quienes piensan que las prácticas artísticas no deben involucrarse con los afectos, las experiencias y el dolor de las gentes. Lo que ignoran esas personas es que en este proyecto no hay un uso tendencioso del duelo, sino una creación colectiva a partir de él. Claramente, las balsas son símbolos de los miles de desaparecidos, pero también de las miles de personas que los buscan o los esperan. Con este proyecto, Gabriel y Yorlady no han dibujado las historias personales de unos individuos, sino que han interpretado esas historias y esa ha sido y es la tarea del arte: no dibujar la historia, sino interpretarla. Crear símbolos.

Hace apenas unos años, mientras Gabriel me enseñaba el registro fotográfico de su visita a Alemania, adonde fue a presentar Magdalenas por el Cauca, fui conciente de que el aporte del arte a la construcción de memoria es fundamental. Entre el pueblo alemán, las intervenciones artísticas han servido para crear la conciencia de que hechos como el nazismo no pueden repetirse, al menos mientras pretendan reconocerse como un pueblo civilizado. El arte no existe en ese caso para contener el avance de determinada ideología, sino para generar interrogantes sobre la conveniencia de esta. El arte no existe para moralizar sino para interrogar la moral imperante.

En el contexto del proyecto Mediaciones estéticas y expresividades de la memoria, emprendido por Margarita Calle, Felipe Martínez y Juan Manuel Martínez, considero un acierto la presencia de Magdalenas por el Cauca como un referente de esas formas de mediación expresiva construidas por artistas, sobrevivientes y grupos sociales en torno a experiencias ligadas con la violencia política y el conflicto armado en Colombia. Plantear estas cuestiones es fundamental, porque repercuten directamente en el ámbito ético.

La crítica de la sociedad y sus costumbres no puede traducirse en apatía, pues de allí a la complicidad hay muy poca distancia. Estamos y somos en este lugar del mundo, siempre en relación con los otros e inmersos en la historia.

La importancia fundamental de Magdalenas por el Cauca es que es la obra de dos artistas que comprenden que para transformar el país deben comenzar por transformarse a sí mismos y lo han hecho con valentía, porque el primer paso ha sido aprender a ver a la cara el dolor y la incertidumbre de los otros, y eso no puede hacerse sin la vergüenza que supone para quienes vivimos en las ciudades seguir hablando del goce estético mientras una familia en el campo se pregunta dónde está su pariente desaparecido. No quiero decir que debamos dedicarnos a padecer la congoja ajena sin disfrutar del arte. Tampoco estoy invitando a un arte panfletario. Quiero decir que no debemos eludir la responsabilidad que supone habitar un país como el nuestro. Cada uno debe incidir con los medios que tiene a mano, como Yorlady y Gabriel.

En medio del horror hemos terminado por creer que hay violencias menos graves que otras. Que es más grave un desmembramiento que un golpe de un hombre a su pareja. Nos consolamos pensando que son hechos aislados o fruto de la debilidad moral de una persona. Yorlady Ruiz ha llamado la atención sobre las heridas que esas “pequeñas violencias” dejan en una sociedad que las asume como sus “secretos de familia”. La denuncia de la violencia sobre el cuerpo femenino ha sido un elemento preponderante en Magdalenas por el Cauca. Las víctimas no solo están en los ríos, a menudo compartimos con ellas y con los victimarios.

También Gabriel Posada, en sus proyectos anteriores, llamó la atención sobre esas violencias que engendran nuestra gran violencia. La discriminación contra la población trans y los excesos del poder han sido parte de sus temas.

Magdalenas por el Cauca es un proyecto del que no quedaban hasta ahora más que fotografías, videos y los testimonios de los artistas y las personas involucradas, materiales que a veces lucían dispersos en la memoria colectiva. Que ahora tengamos un libro nos permite dimensionar mejor una obra en proceso, que sin duda constituye un hito en la historia del arte en la ciudad y el país. Prueba de ello son las invitaciones a otros países, como Uruguay y Argentina, o las referencias constantes a este proyecto en investigaciones sobre arte y violencia desarrolladas en universidades de México y Brasil.

Investigaciones como esta que se ha realizado en la Universidad Tecnológica de Pereira enriquecen nuestras miradas sobre el arte y nos interrogan sobre el rol del artista como sujeto social.

 

 

Para estar informado

- Advertisement -
- Publicidad -
- publicidad -