Carlos Arturo Arbeláez Cano
La décima es quizás una de las formas de versificar más antigua en la lengua castellana, Lope de Vega fue de los primeros decimeros. Llaman “decimeros” a aquellos bates que se trenzan en la búsqueda de un arreglo fonético y una estructura gramatical precisa que garantiza la musicalidad y el ritmo de una composición poética.
Aunque hoy la poesía tiene una evolución demostrada en las creaciones de poetas como León de Greiff, Jorge Zalamea o Juan Manuel Roca, para no nombrar a todos, la poesía de academia refina la pluma y ejercita la lógica del formato poético, pues nos fuerza a luchar, permanentemente, no solo con la imagen poética, sino también con la búsqueda de nuevos giros y nuevas propuestas compositivas de las escrituras líricas, sean ellas en versos libres o métricos.
En este sentido no olvidar que la métrica no disputa su rigor con el rigor mismo de los contenidos que aborda el arte poético; por tanto, la métrica no necesariamente condena las emociones, el sentido del verso, los paisajes o las circunstancias vitales que acosan al hombre en su devenir cotidiano, también con ese rigor podemos visibilizar y recrear un momento histórico como el que vivimos en Colombia.
A continuación, algunas décimas.
1
Déjenme pasar de lado
en esta búsqueda ingrata
antes de meter la pata
en embrollos de letrado.
Por la décima he buscado
ocasión de alguna rima,
y a la vía solo arrima,
el clamor del mediodía;
y era más la algarabía
que entender una proclama.
2
Buscaba encontrar al bate
que todos cargamos dentro
para llegar al encuentro
de un verso o algún sainete
que ilustrara el despelote.
Tiempos de gran cobardía,
de corruptela y desidia
que en Polombia se declara
al tener por jefatura
tan pérfida cofradía.
3
Encontré al pueblo llano
con pregones protestando
ante semejante absurdo
que lo condena a lo insano.
Intentaba alejandrino,
redondillas o un octeto;
intenté con un soneto,
la décima me costaba,
y se secaba mi baba
en medio del alboroto.
4
Salí al final lisonjero,
pues me uní a toda esa gente
que marchaba con la frente
izada con mucho esmero.
Le exigían el decoro
a la caterva de ineptos
que fungían como honestos
siendo tan solo indecentes,
bandidos de mil agentes
de cuello blanco dispuestos.