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martes, marzo 21, 2023

La tarde se llenó de poesía

“Amigos, la mejor manera en que puedo recibirlos es con poesía, con mi poesía. Vamos, tráiganme uno de mis libros yo les leo unos poemas”.

 

Juan Carlos Acevedo Ramos

Amigas cercanas me dicen que la temperatura en Bogotá desciende entre los 10 y los 6 grados centígrados en los primeros días del año. La capital está ubicada a 2640 metros sobre el nivel del mar. Yo llegué de una ciudad, Manizales, que nos supera los 2.200 metros de altura; el frío o la lluvia no serán problema para agendar una visita a la casa de la poeta Maruja Vieira White, si poeta y no poetisa es como a ella le gusta que la llamen. Maruja nació en Manizales el 25 de diciembre de 1922 hace ya 100 años.

La reunión tuvo lugar en su apartamento de Bogotá ubicado en la calle 51 en el edificio Nexus 51. La poeta vive en un cuarto piso, acompañada por dos mujeres más: su enfermera y la seño que apoya las labores de la casa.

Después de anunciarnos, el portero del edificio, un hombre de baja estatura metido en un uniforme que parece una talla más grande que la apropiada para él; con una voz amable nos autoriza a seguir. Vengo acompañado de Gloria Luz Ángel Echeverri, Comunicadora Social y Periodista, editora de Papel Salmón del diario La Patria. Esta vez no llego en calidad de entrevistador, a Maruja la he entrevistado desde hace más de 15 años, he reseñado sus libros para periódicos y revistas y desde la colección Libros al aire. Le publicamos con la Red Departamental de Bibliotecas su libro Una ventana en el atardecer en el año 2018. No, esta vez no habrá preguntas o grabadoras o fotógrafos, esta vez soy (somos) un amigo más que ha viajado 293 Km para festejar su cumpleaños número cien.

Puerta de color café

Cuando por fin el ascensor nos deja en el piso cuarto del edificio, en un pasillo levemente iluminado se entreabre una puerta de color café como una señal que podemos seguir y al empujarla me encuentro con un enorme ventanal que ilumina el espacio por la luz plomiza del invierno y puedo ver cuatro pisos más abajo unas canchas de tenis de polvo de ladrillo.

¡Bienvenidos!, un coro de acentos nos recibe. Frente a mí un comedor de cuatro puestos y una bella mesa de madera soporta flores y un pesebre artesanal, al lado derecho una cocina moderna y abierta deja escapar vapor de un recipiente que descansa sobre la estufa, del lado izquierdo, en una salita improvisada, resplandece la figura de Maruja Vieira, la decana de nuestra poesía. Entre besos y manos entrelazadas resaltamos su onomástico y la celebramos, ella se burla con finísimas frases de haber alcanzado esa edad.

Nos invita a tomar asiento. Gloria, la enfermera y la seño buscan el comedor, yo me instalo a su lado izquierdo cerca del corazón, y de inmediato, con su voz clara, pregunta por las noticias que traemos desde Manizales. A pesar de haber abandonado la ciudad hace más de 80 años, esta sigue presente en su memoria, en sus palabras, en su vida.

Desde mi lugar veo las paredes cubiertas de cuadros de la Real Academia Española de la Lengua, Academia Colombiana de la lengua donde es Correspondiente Hispanoamericana de la primera y Miembro de Honor de la segunda, además fotografías suyas, placas conmemorativas y un bajo relieve que destaca la figura de Don Pablo Neruda, su gran amigo, en la imagen el poeta usa una boina y se dejan leer algunos versos de su universal Poema 20. 

En la parte media de la pared una pequeña biblioteca de madera ocupa el resto del espacio y entre libros de sus amigos, archivos, objetos artesanales, abalorios puedo ver sus propios libros, sus 15 libros publicados y las numerosas antologías donde comparte páginas con autores y autoras de toda Hispanoamérica, allí en esa biblioteca su poesía descansa.

De baja estatura

Maruja es de baja estatura, su cuerpo es delgado, su cabello recuerda los delgados hilos de plata que la luna llena deja entrever en el campo, su tez guarda una belleza envidiable, sus ojos se ocultan tras el brillo de sus gafas, su sonrisa imita la timidez de una niña, sus manos son blancas y pequeñas y su voz no titubea. Esta vestida con una camisa blanca, un saco café de botones medianos, un pantalón verde oliva y unos bellos zapatos de gamuza del mismo tono del pantalón, es la figura de la abuela que todos soñamos. Ella continúa preguntando con insistencia sobre Manizales y Caldas, todo le interesa desde la política, la educación, la cultura en subregiones, el desarrollo económico y por supuesto el espacio que han ganado las mujeres, las que tanto defiende y quiere. Mientras fluye la conversación trae la presencia de su hija la poeta Ana Mercedes Vivas nos ofrece disculpas porque asuntos laborales no le permitieron acompañarnos.

Y de repente corta toda conversación con estas frases: amigos, la mejor manera en que puedo recibirlos es con poesía, con mi poesía. Vamos, tráiganme uno de mis libros yo les leo unos poemas.

Nos apresuramos a seleccionar dos: “Tiempo de vivir” publicado por la Universidad Central y “Antología Personal” de la Editorial Universidad de Antioquia. Nos da una oportunidad de leer los poemas que queramos, son las voces de Gloria y la mía las que llenan el vacío de la tarde. Ella escucha y mientras la veo en silencio hojear unos de sus libros me digo: sigue siendo bella. Agradece la lectura, cierra el libro y desde el fondo de su memoria nos dice:

Desde John Henry White,

estudiante de Oxford,

hasta Don Juan Enrique,

fundador de Dabeiba,

crece una geografía

de nombres y de sueños

donde un árbol indígena

da sus claras maderas

y una tierra de América

su más perfecta entraña

para guardar la huella

de amor de un extranjero.

La tarde se llenó de poesía, todo lo llenó con su voz, con sus recuerdos, con su memoria prodigiosa, con su centenario vital. 

Maruja Vieira inundó las horas de la fría tarde de este seis de enero y no pude pedir mejor regalo a mis reyes magos que disfrutar por unas horas de la compañía de una poeta, una verdadera poeta.

 

Poemas de Maruja Vieira

ESTA TARDE

Esta tarde

todos miran la lluvia.

Aquí hay un árbol

y unas columnas blancas.

Donde va mi recuerdo

hay flores como espadas de amatista

y los hombres caminan en el silencio.

Aquí la lluvia lanza,

cada vez más de prisa

sus dados transparentes

para ganar al sol la moneda del tiempo.

Allá donde tú olvidas,

no hay lluvia, sólo flores

y un mar verde.

PRESENCIA TÍMIDA

“Dicen que en los solares de mi gente, medido

estaba todo aquello que se debía hacer” (Alfonsina Storni)

Mi madre tiene una dulzura extraña

dispersa por la frente y las pupilas.

Es un eco de lluvias invisibles,

un resplandor de llama estremecida.

Vagamente cercana, la sentimos

vivir en sus comarcas intangibles.

Cuando regresa, un sueño de caminos

se queda suspendido en su sonrisa.

Más allá de su voz hay un sonido

hecho de brisa y de ramajes lentos,

la sombra de una música perdida

en el fondo lejano de los ecos.

Está encerrada en mí, con el reclamo

de una vida que busca su presente

marcando con la forma de mis pasos

la huella de sus horas en el tiempo.

UMBRAL

Estarás aguardando

en el umbral.

 Tú y nadie más

entre la luz final.

 

Y sonreirás


como en el tiempo del amor.

VIOLÍN SOLO

(En memoria de Isabel O’Byrne)

Sucede con frecuencia

cuando estoy recordándote.

Una puerta se abre silenciosamente

¿es el viento?

el ruido de la calle cesa

y se oye un violín. Isabel…

No me contaste finalmente

lo que te sucedió

esa tarde de otoño en Roma

¿te asustaron los gatos?

¿o reíste sonoramente

escandalizando a los feligreses?

Porque fue en una iglesia.

Nunca pude saber más, Isabel.

Recuerdo tu vestido blanco,

tus pies desnudos, tu gesto firme.

Frente al mundo sola

habías encontrado tu verdadero amor,

tu único amor, la música, Isabel.

En donde estás ahora

las cuerdas de la lluvia

con el arco del viento

son tu violín eterno,

Isabel…

 

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