El juego puede considerarse como la base de todos los aprendizajes, ya que a diferencia de los animales el niño juega con el fin de prepararse para la vida.
Carlos Alberto Jiménez Vélez
La lúdica como experiencia cultural es una dimensión transversal que atra-viesa toda la vida; no son prácticas, no son actividades, no es una ciencia, ni una disciplina, ni mucho menos una nueva moda, sino que es un proceso inherente al desarrollo humano en toda su dimensionalidad psíquica, social, cultural, biológica y axiológica. Desde esta perspectiva, la lúdica está ligada a la cotidianidad, en especial a la búsqueda del sentido de la vida y a la creatividad humana.
Asimismo, debemos resaltar que los procesos lúdicos, como experiencias culturales son una serie de actitudes y de predisposiciones que fundamentan toda la corporalidad humana.
Podríamos afirmar que son procesos mentales, biológicos y espirituales que actúan como transversales fundamentales en el desarrollo humano. Por otra parte, estos procesos son productores de múltiples cascadas de moléculas de la emoción, que invaden toda nuestra corporalidad, produciendo una serie de afectaciones cuando interactuamos espontáneamente con el otro, en cualquier tipo de actividad cotidiana que implique actividades simbólicas e imaginarias como el juego, la chanza, el sentido del humor, la escritura, el arte, el descanso, la estética, el baile, el amor, el afecto, las ensoñaciones, la palabrería. Inclusive, todos aquellos actos cotidianos como “mirar vitrinas”, “pararse en las esquinas”, “sentarse en una banca” son también lúdicos.
Es necesario aclarar al respecto que lo que tienen en común estas prácticas culturales, es que en la mayoría de los casos actúan sin más recompensa que la gratitud y la felicidad que producen dichos eventos. Es en este sentido que la mayoría de los juegos son lúdicos, pero la lúdica no sólo se reduce al juego. Las experiencias culturales ligadas a la lúdica, a nivel biológico, son las que producen mayor secreción a nivel cerebral de sustancias endógenas como las endorfinas, la dopamina y la serotonina. Estas moléculas mensajeras según las neurociencias, se encuentran estrechamente asociadas con el placer, el goce, la felicidad, la euforia, la creatividad, que son procesos fundamentales en la búsqueda del sentido de la vida por parte del ser humano.
Partiendo de estos puntos de vista, se hace necesario ampliar los territorios cognitivos de los sujetos a través de la lúdica para que como mínimo exista una transformación de las miradas y podamos comprender el mundo de una forma natural y placentera. Por otra parte, para que exista el juego en el niño
tiene que haber interacción y manipulación del entorno físico. De esta forma el juego surge como fruto de nuestra acción o de nuestra actividad cognitiva.
En este sentido, el cerebro del niño y toda su corporalidad está continuamente en procesos de automodificación de su actividad celular, y no de hacer represen-taaciones del mundo externo como muchos autores lo plantean. Recordemos, que cada segundo existen más de 100 mil millones de reacciones químicas que transforman todos nuestros tejidos y en especial nuestras neuronas, originando plasticidad cerebral.
Es a través del juego que yo establezco vínculos con otros, por medio del cuidado físico, las afectaciones y el amor que se producen en el juego social. Lo anterior es determinante no sólo para los procesos cerebrales, sino que inciden en la construcción y en la regulación celular de procesos de expresión génica (epigenéticos). En suma, el juego no sólo permite modificaciones celulares, sino que el ser humano también es transformado en su comportamiento mediante procesos que ocurren en la dimensión lúdica, especialmente asociados con el campo emocional-afectivo que produce el juego.
En conclusión, el juego puede considerarse como la base de todos los aprendizajes, ya que a diferencia de los animales el niño juega con el fin de prepararse para la vida.
Procesador de significados
René Pedraza Flores*
La neuropedagogía lúdica nace de dos ramas de la ciencia. Por un lado, de la ciencia natural, en particular la neurociencia en su relación con los procesos químicos ocurridos en el cerebro y, por otro lado, las bases teóricas de la ciencia educativa, específicamente en la pedagogía y la psicología infantil. Su objeto de estudio es el cerebro humano y sus implicaciones en la educación. En esta visión, Carlos A. Jiménez sostiene que se vive una época donde es menester observar la educación como un órgano social capaz de ser modificado por procesos de enseñanza-aprendizaje lúdicos.
Según el autor, no puede haber mente sin cerebro, ni cerebro sin contexto social ni cultural. En esta postura el cerebro humano es un procesador de significados atravesados por una gran cascada de moléculas de la emoción que afectan nuestra mente y nuestra corporalidad. La actividad principal del cerebro es, en este sentido, hacer automodificaciones y autoorganizaciones permanentemente. Es decir, así como la neurociencia tiene por objetivo descifrar el lenguaje del cerebro como un órgano biológico, la neuropedagogía lúdica persigue significarlo desde la práctica educativa con la herramienta del juego como experiencia cultural. Desde este panorama, el contexto en el cual esta organización es representada por el individuo resulta fundamental. El impacto del contexto en el sujeto iniciará desde sus primeros momentos de existencia en el embrión y continuará durante toda la vida
A partir del reconocimiento de los tres cerebros, de la teoría tríadica de Mc Lean, Jiménez sustenta que las reacciones químicas ocurridas a nivel neuronal son producto de experiencias provenientes del contexto del individuo. La actividad química presentada en el cerebro, resultado de sus experiencias, podría corresponder a las condiciones dadas por el contexto en el cual se desarrolla cada individuo. A nivel biológico, en el cerebro se presenta actividad química, generada por las diferentes interconexiones entre cada célula neuronal y los tres distintos tipos de cerebro. Esta actividad se manifiesta en forma de sustancias, las cuales a nivel biológico cerebral tienen la función de ser neurotransmisores que facilitarán de forma natural el desarrollo cognitivo y mental del individuo. La importancia de estimular mediante el juego la producción de estas sustancias neurotransmisoras conduce a lograr niños sanos en mente, cuerpo, alma y espíritu.
Coordinador
El autor
Nació el 24 de noviembre de 1953 en la ciudad de Pereira (Risaralda). Egresado de la Universidad tecnológica de Pereira, donde obtuvo los siguientes títulos: Tecnólogo Químico (1977). Licenciado en Áreas Técnicas (1979) y Magíster en Comunicación Educativa (1990).
En su carrera como investigador en educación ha participado con sus trabajos en el Encuentro entre Innovadores e Investigadores en Educación en Santafé de Bogotá (Convenio Andrés Bello, Colciencias, MEN, ICFES y FES) y en el Tercer Encuentro Nacional de Pedagogías Constructivistas, Pedagogías Activas y Desarrollo Humano en Manizales.
Entre sus libros se encuentran: “Taller Cotidiano”. Obra ganadora del concurso de Innovaciones Educativas del Departamento de Risaralda (1993); “Juego y cultura”. Obra ganadora del concurso de la Colección de Escritores de Risaralda (1994); “La lúdica como experiencia cultural”. Publicado por la Editorial Magisterio (Colección Mesa Redonda); “Fantasías y Risas”. Obra ganadora del Concurso de la Colección de Escritores pereiranos. Volumen 12 (1995).