James Llanos
El autorretrato es una media entre lo que se ve y lo que se piensa de uno mismo, a veces es ficción o una realidad, en otras ocasiones, es una forma de verse el otro lado malo o el reparador de algo que nunca hemos cometido. Se lleva todo al extremo, lo que se cuenta, lo que se dibuja, es una forma de atender el demonio que llevamos dentro, un luzbel bueno, aquel que conversa, entre lo que se desvanece, así este derrotado, lo que permanece y que, mientras transcurre la charla, vive y después se esfuma como fractales en el aire. Uno desencadena los pensamientos que no queremos decir, nos recorren por dentro, nos llena de miedo, asimismo, nos da una fuerza interior que nos avisa o nos prepara, si lo podemos decir así, porque nunca estamos preparamos para atender o hablar con la muerte.
Si, un autorretrato es una forma de saber, que tan linda es la vida y la muerte, ésta se halla en algún lugar de vuestro espacio interior o exterior. Un fenómeno que nos llena de fructíferas inclinaciones que se destinan para esta laboriosa libertad a través del arte y que, no sabemos, que la lucha permanente de nuestro espíritu, no es inútil y es acertado.
Todo lo que nosotros hacemos en soledad, en compañía de amigos o colegas, esa puesta en escena, es una protección del arte para todos y que entre nosotros y para nosotros representa un patrimonio, el accidente abrazándonos permanentemente es una amenaza que lo alejamos con la creación, ésta se transforma en una metáfora de como decir las cosas, por ejemplo: que todo está bello, que todo existe, que nada existe, pero asimismo, todo está ahí, esa parte no la dibujamos, la actuamos o la danzamos, no la inmortalizamos, solo con valor la interpretamos.
El discurso de la literatura doméstica y cruda de nuestra verdad del cuerpo, alma y espíritu a veces desvencijada, que la reparamos momentáneamente cuando iniciamos conversaciones, son ludibrios y soliloquios que siempre repetimos con cadencias y decadencia, de tonos diferentes o en ocasiones cantadas desde la felicidad o la tristeza, es lo que sabemos decir, es lo que sabemos entregar con sarcasmo, la vida se vuelve una carga, que solo la incriminamos, es la suerte que nos entregaron, todos los días la llevamos, y siempre no sabemos cómo descargarla en un espacio donde todo este tranquilo. Las cosas que nos acontecen son de una estirpe con calidad de clase o desclasada, muchas veces hay respeto y admiración por el otro, sin intereses solo por lo que todos hacemos.
Tengo la sensación que muchas veces enmascaramos el inicio o entrada por el regreso, recorriendo el camino de vida con un adiós hacia la última morada eterna, que es la vida misma, cada momento conscientes o inconscientes, que nunca es temprano no menos tampoco es tarde, solo es, una constante lucha entre el quehacer o quedarse quieto para no desfallecer, sobre todo, de las cosas que salen de nuestra cabeza, como el color rojo de cochinilla en forma de cilindro, por todos los sentidos para embellecer la realidad gris. Esto se convierte en un grito de libertad que explota y choca en los oídos o la visión, en la pared del territorio piel, de seres humanos que gustan de lo que hacemos, es una fatídica conclusión, elaboraciones que siempre creemos son realidades embalsamadas para que todo parezca vivo.
Determinar la existencia del ser social y de la sociedad en forma autónoma y continua es una utopía. nosotros ya no podremos considerar en el futuro una agregación de individuos, ni tampoco un ser social que ahora la constituye, nos reconocemos humanos aislados de las agregaciones. El hombre y la sociedad -como afirma la Ilustración- constituyen entes distintos, pero no pueden pensarse separados.
Se dibuja o se escribe entre otras cosas, un enfoque artístico desde cualquier espacio. Toda acción es un acto, todo acto es una dialéctica, donde las cosas que acontecen o nos acompañan, se vuelven trozos de vida que enriquecen el conjunto de todo lo que hacemos, el silencio mismo toma importancia, la charla custodia las venditas formas que nos provocan realizar mundos surrealistas, momentos para que la vida de los demás permanezca en el tiempo suspendido, para dar de lo que tenemos, esperanza. Nos mentimos todos los días que hay fe y optimismo, cuando eructamos, después de levantar la última cucharada de nuestro alimento. Sabemos que todo da igual. Si hay o no hay, todo está enrutado hacia la desaparición.