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lunes, marzo 20, 2023

El regreso escolar… inflexiones pedagógicas

Profesar una pedagogía crítica no significa haber dejado de creer en labor educadora y en el hecho de compartir experiencias de comunicación, aprendizaje y convivencialidad.

 

Gonzalo Hugo Vallejo Arcila

Iniciamos el nuevo año escolar, una época de reencuentro con las palabras, los seres, las tareas placenteras o aburridas y los días grises o coloridos, evocando un fragmento de aquella proclama de los sabios reunidos en esa loable e inmemorial gesta como fue la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo (1993–1994): “Sólo podemos decir verdaderamente que hemos cumplido con nuestra tarea educadora, cuando mostremos con indicadores reales que hemos educado a los colombianos para vivir en paz; trabajar de forma creativa; respetar la dignidad personal; convivir armónicamente con el entorno; recrearse de forma sana; respetar su historia y sobre ella, proyectarse hacia el futuro”.

Parafraseamos el fragmento de un texto de Alicia Yanez Cossio, (“Talleres de literatura infantil”) donde una abuela piensa en el regreso a clases de su nieto: “Este mes, el más feo de todos, irás al colegio. Tú estás ilusionado. Yo estoy tristísima. Seré la espectadora del fin de tu edad feliz. Ni para ti ni para los demás niños se ha creado la “escuela verdadera” porque, si todos los niños son geniales y fabulosos ¿Por qué dejan de serlo cuando llegan a adultos? ¿Por qué no hay millares de genios, centenares de artistas, multitudes de hombres y mujeres despojados de tanta mediocridad? ¿Por qué los niños que a diario asombran a los adultos no descuellan y pierden su genialidad cuando van a la escuela?

Las siguientes expresiones demuestran que la escuela es el escenario por antonomasia para patentizar el hecho inobjetable de que el autoritarismo está lleno de certezas: “Manéjense bien… No se paren del puesto… No se salgan del salón… No se pueden quedar quietos… Bien juiciositos con las tareas… Aquí mando yo… El que moleste se va para la coordinación… Los castigados se van para la biblioteca… Vamos a ver quiénes se pierden el descanso… Vinieron a aprender y obedecer y no a dar órdenes… No hay permiso para nadie… No es hora de ir al baño… El hambre y la sed se calman al descanso… Va tocar dejar más tareas para mañana… Tocó hacer un examen, así que saquen una hoja…

Debemos preguntarnos si el currículo escolar, con su sartal de “enseñanzas”, conduce a formar hombres y mujeres felices; maestros que orienten su esfuerzo a fomentar en sus estudiantes el gusto por la ciencia, la pasión por la historia, la filosofía, el arte, la literatura y la música al igual que la reflexión crítica y creativa sobre los problemas que afectan a la humanidad; agentes educativos con la capacidad suficiente para ser parte activa en la transformación de esta sociedad y de este país. ¿Podrán constituir parejas estables, amorosas y solidarias en las cuales los hijos sean bienvenidos y protegidos y no queden rotulados con el estigma de ser hijos de la violencia y el deber y no del amor?

 

 

 

 

 

 

Un texto del escritor uruguayo Eduardo Galeano, nos obliga a repensar sobre el dramático acontecer de nuestra niñez: “Día tras día, se niega a los niños el derecho a ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños”. 

La escuela no es el lugar en donde se producen las desigualdades sociales, sino el escenario por antonomasia donde se legitiman y se reproducen. Una reflexión del pedagogo colombiano Francisco Cajiao: “El proceso de deterioro en la identidad cultural del país seguirá su marcha inexorable alimentado por la pobreza, el latrocinio del bien público, el rechazo de los países del mundo hacia cada colombiano que quiere sobresalir fuera de su patria y la inutilidad total de haber concluido unos estudios secundarios o universitarios que a duras penas ofrecen un taxi como opción laboral porque la escuela no abrió un horizonte de sentido más allá del próximo semáforo”.

Frente a la pregunta estulta y recurrente que se hace a muchos niños “¿Tú qué quieres ser cuando seas grande? Cierta vez, el escritor Jairo Aníbal Niño se refirió al asunto con otra pregunta irreverente e inusual: “Usted que es una persona adulta y, por lo tanto, sensata, madura y razonable, con una gran experiencia y que sabe muchas cosas-, me podría responder: ¿qué quiere ser cuándo sea niño?”. Recordamos una reflexión del psicólogo estadounidense Daniel Goleman: “Imagino un futuro en el que la educación incluirá como rutina el inculcar aptitudes esencialmente humanas como la conciencia de la propia persona, el autodominio y la empatía, y el arte de escuchar, resolver conflictos y cooperar”.

Palabras de la líder juvenil pakistaní Malala Yousafsal al recibir el Premio Nobel de Paz en 2014: “Me considero muy afortunada al poder representar a más de 60 millones de niñas que han sido privadas de educación… Es muy importante que los niños y jóvenes crean que sus propias voces son poderosas… Existen millones de niños en este mundo que al unirse podrían construir un ejército fuerte, entonces nuestros líderes tendrán que escucharnos… Mi sueño es que todos los niños en el mundo puedan ir a la escuela… Un niño, un profesor, un bolígrafo y un libro pueden cambiar el mundo… Debemos creer en el poder y la fuerza de nuestras palabras… Nuestras palabras pueden cambiar el mundo”. 

 

Profesar una pedagogía crítica no significa haber dejado de creer en labor educadora y en el hecho de compartir experiencias de comunicación, aprendizaje y convivencialidad. Seguimos creyendo en la presencia vital del maestro: diligente, activa, crítica y propositiva, siempre de cara al dramático devenir de nuestros difíciles, pero a la vez, esperanzadores días. Creemos en su cotidiano trasegar por el sendero sin límites de la utopía pedagógica; enaltecemos su exigente y comprometida labor de convertir sus propuestas racio–emocionales y espirituales, desde una perspectiva transdisciplinaria y ecoeficiente, en oportunidades de búsqueda axiológica y en factor de encuentro…

Las palabras, vivencias y testimonios de nuestros agentes educativos los convierten en tribuna y trinchera pedagógica. Desde allí se propugna, a través de sus consignas de lucha, por la dignidad del ser humano, el fortalecimiento de las escuelas de vida, la búsqueda de la seguridad social y el bienestar comunitario, la recuperación de la credibilidad y la convicción profunda y radical de un cambio cultural institucional y organizacional. La utopía pedagógica, signo y sentido, pasión y fe, los impele a seguir enarbolando el estandarte de la acción dialógica, crítica, propositiva y participante con la que pretenden hacer realidad sus imaginarios corporativos y ciudadanos.

Las relaciones de reciprocidad, empatía y solidaridad entre los diferentes miembros de la comunidad educativa y de éstos con la cultura, la naturaleza y la comunidad a la que pertenecen, permitirán la construcción de un Proyecto Educativo Institucional que más tarde se transformará en un Proyecto Educativo Comunitario, propuesta pedagógica, asuntiva, colectiva y participativa   elaborada en un ambiente de tolerancia, democracia y libertad. Seguimos recreando desde nuestra cotidianidad, una frase entresacada de un texto memorable (“Educación, la agenda del siglo XXI. Hacia un desarrollo humano”) con el cual se han rubricado algunos compromisos educativos en el nuevo siglo y milenio:

“Porque el cambio es la única constante del siglo en el que vivimos, educar hoy por hoy, es educar para el cambio. No el aprender por aprender, sino el aprender a aprender. No la solución inmediata de los problemas, sino la capacidad para resolverlos. No la repetición de todo aquello que se supone es <cierto>, sino la libertad que nos introduce en la dimensión de lo incierto. No el dogmatismo autoritario, sino la tolerancia democrática. No la simple capacitación para el empleo, sino la formación para la productividad y el emprendimiento. No la instrucción <terminalista>, sino una educación permanente… Estamos hablando de una educación como arte y parte de toda una vida”.

gonzalohugova@hotmail.com

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