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lunes, marzo 27, 2023

Don Gregorio Cortés, experto en monedas antiguas

Germán A. Ossa E.

En el bolsillo de un saquito viejo de mi madre Aliria, hace muchos años, mientras hablaba yo con ella, y lo recuerdo como si fuera hoy, me encontré una también muy viejita monedera, con un puñado de monedas que circulaban normalmente en nuestro país y que servían obvio para cambiarlas en la tienda de la calle 17 con carrera segunda, donde Doña Aura, por canicas con las que jugaba con mis amiguitos de entonces y dulces, los que yo solo me comía con la sevicia de los golosos en mi pieza donde dormía también aquella vez. (No sé cómo serán los golosos de ahora). Pero en esa misma monederita (que hubiera querido guardar por siempre), convivían con las nuevas, cuatro moneditas que, por lo extrañas, me parecían del “otro mundo”, las cuales decidí, sin comentárselo a nadie, conservar toda la vida. Puedo asegurar que hablo del año 1961, pues ya tenía pantaloncitos cortos con ruedo y poseía eso que los sicólogos dicen, se llama “Uso de razón”. Hablo de dos monedas de 2 centavos y medio de “Estados Unidos de Colombia” y 2 de 5 centavos, todas de 1886, lo que eran para todos nosotros en ese entonces, una reliquia y que aún hoy, son unas muy bonitas piecitas de colección. Ahí empezó mi amor por la numismática.

Luego, en desorden y muy afiebrado, en la escuela, en el colegio de bachillerato y en la Universidad del Tolima, no dejaba de ponerle cuidado a todos los que por alguna razón les mostraban a sus vecinos, compañeros de estudio y demás, y que tuviera atisbos de sorpresa o chisme, con forma de moneda o billete, para saber si debía o no, animarme a obtenerlo, con lo que esa mi colección, se fue convirtiendo no solo en un hobby, sino en una enfermedad que, a decir verdad, no ha tenido remedio.

Toda la vida quise tener en mi pobre colección (ahora ya he visto muchas y cada vez más me doy cuenta que la mía es muy precaria, por lo que le veo a los coleccionistas que comparten conmigo el chat de la misma pasión, pues son mágicas, magistrales, enormes, hermosas, completísimas y dignas de admirar), algunas de aquellas que se llaman “Macuquinas”, o de esas que se acuñaron en la antigua Grecia o Roma, porque solo aprendí a verlas y contemplarlas en revistas, libros de Historia, periódicos, en la televisión o en aquellas hermosas películas de Semana Santa.

Pero Dios es grande y me permitió, y no hace mucho, vivir el momento tan esperado, no solo conocerlas, verlas en vivo, sino contemplarlas, acariciarlas, besarlas y hasta adquirirlas para guardarlas, pues una buena tarde entre Javier Ríos y Omar Zabala, dos grandes y muy especiales amigos, llegaba un señor de Belén de Umbría, que en Colombia es de los que más saben de este tipo de monedas y el que tiene los contactos que todos quisiéramos tener, para obtener esas preciosísimas joyas de la historia, el arte, la fantasía, la realidad, la magia, el encanto, que se puede vivir, con estas pequeñas piezas que  decidieron no esconderse para siempre debajo de la tierra, a miles y millones de kilómetros de donde vivimos. Se trata de Don Gregorio Cortes, un sencillo caballero que nos ha permitido ese placer, ese goce, esa alegría y que nos ha permitido también, embellecer nuestras colecciones, con decenas de monedas originales, auténticas, propias, que usaron para intercambiar mercancías y alimentos, esos seres que habitaron la tierra por allá lejos, hace mil, mil quinientos o dos mil años atrás.

Con él tuvimos este diálogo que queremos compartirles a ustedes amigos lectores, hoy en nuestro amado suplemento literario, para que se den cuenta realmente de quién se trata.

 

 

 

 

 

 

 

¿De dónde surgió su pasión por la moneda antigua?

Siendo yo muy joven por allá en el año 83, tuve la gran dicha que ver en persona una moneda de Constantino I en una tienda Numismática de Medellín, hacia donde viajaba cada 6 meses en las vacaciones del colegio. Siempre he sido un apasionado de la historia y el profesor Edgar Idárraga nos nutría cada día con su profundo conocimiento sobre ésta materia y yo lo asimilaba con ansias. En el pueblo que vivía no existían monedas de este período y ni qué decir de internet, pues aún no existía públicamente. La Biblioteca Municipal era el sitio donde me nutría a punta de libros con éstos conocimientos. Siempre fui amante de la Numismática y el coleccionismo en general, afición que me nació al visitar constantemente el Museo del pueblo (“Museo Bolívar”), pero por ser una pequeña población; no había mucho acceso a mucha variedad. Pasado mucho tiempo y con el auge del internet, comenzaron a aparecer en Facebook muchas páginas de coleccionismo de moneda antigua y ese fue mi oasis de esparcimiento y conocimiento. Como todo principiante en un tema, me ceñía a preguntar por cada foto que veía. Los más antiguos comenzaron a pasarme “links” de páginas especializadas donde con esmero y dedicación, fui aprendiendo poco a poco. Ya pasado un tiempo más y que pude tener en mis manos un lote de esa moneda antigua; se despertó más mi hambre de conocimiento y así poder leer cada pieza de esas como veía que lo hacían los veteranos.

¿Muy difícil llegar a donde ha llegado Maestro?

El ser de un pequeño pueblo y ahora ser conocido en muchos sitios como alguien que algo sabe identificar éste tipo de moneda, muestra que no se necesita ser un gran catedrático ni asistir a una universidad para poder aprender sobre ellas (tema que valga decir; acá no tiene la relevancia para ser una materia universitaria). Basta con entrar en internet y buscar algo más que Facebook, Instagram y todas éstas redes sociales para poder aprender, ya que hay muchas páginas especializadas en ese tema.

¿Qué es lo que más le gusta de ese oficio, de esa profesión?

Lo más placentero de éstas monedas es el gran contenido histórico que tiene cada pieza, ya que en si era un medio de propaganda del gobernante de turno. Tanto el anverso como el reverso nos dan una idea de un suceso preciso acaecido en un período exacto, determinado. Después de varios años aprendiendo moneda antigua, pude darme cuenta que había un vacío en la Numismática y era sobre el tema de la moneda macuquina. Aunque sobran los catálogos, escasean los textos donde prime el tema de conocimiento sobre el comercial.

¿Tiene usted un libro muy interesante publicado, no es verdad?

Fue así que me dediqué a sacar un texto donde no hubiera precios de monedas, pero sí muchos “tips” para identificar los símbolos presentes en éstas acuñaciones que por cierto y debido al proceso de fabricación; no siempre se notan. Poca gente recibía una macuquina y sabía identificar detalles como la ceca (sitio de acuñación), el año, el Rey del momento y otros datos que por medio de pequeñas señas aparecen en éstos pequeños y burdos trozos de metal. Basado en un método de comparación fui sacando apuntes hasta llegar a ese pequeño pero útil libro que, gracias a tantas personas, ya hemos llegado a 20 países.

¿Qué sorpresas vienen?

En éste momento me encuentro trabajando en un segundo libro que vendrá siendo la continuación del que salió al público hace ya un año. Digo continuación porque ese primer texto solo está dedicado a las acuñaciones en plata y éste segundo será a las hechas en oro, pero igual que el anterior; solo de las cecas americanas. Libro que esperamos con muchísima emoción.

Para estar informado

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