Con el tiempo y los inventos tecnológicos primero se grabaron su voz, luego en enlatados de cine, luego llegó el cine y a pesar de ellos el teatro pervive, el radio teatro, poco, pero pervive igual que el cine, son tres maneras de ver actuar a humanos en su zoo nunca de cristal sino para mirarse. Cada una de esas representaciones posee su especificidad.
No hay un registro de Garrick ni de los actores clásicos; no existen grabaciones de las voces de ninguno de ellos. Era el teatro en su pureza, luego llegarían los inventos y la carga de costalados de tecnología a realizar sus variaciones, eso, sus variaciones.
Con el radioteatro se permite que más público esté presente, así sea solo de manera auditiva. Su aporte es que la obra se escuche en regiones remotas y, además, que haya una suerte de presentador que esté en contacto lo que él ve: él se convierte en el mediador para contar, para darle color a las escenas mientras los actores discurren en escena. El radioteatro posee su público en pequeños auditorios, pero aun cuándo se trasmite ya no importa el vestuario ni las escenas, ya no está la memoria del actor de teatro, sino que directamente lee el guion y gestualiza. En el radioteatro hay mayor difusión auditiva, hay voz y tonos de voz, tesitura de voces, pero no hay imagen. No interesa la belleza o el atractivo de un actor o actriz, solo hay voz, como arte.
En el radioteatro solo la voz y la puesta en escena acústica es lo que interesa sin advertir que, si mirará el paisaje que discurre en la vida cotidiana mientras el escucha, con la imaginación, supone que desde lejos le llega una novela pasada a un libreto con diversos actores que leen frente a otra instancia, un público que los ve leer, y a su vez, actuar. El actor de radioteatro es una persona versátil en su voz, su imagen no interesa sino el carácter que le imprime a la voz.
En el radioteatro no se necesita vestuario, ni escenario, solo el lugar atiborrado de micrófonos y cables y libretos donde cada uno de pie casi siempre gesticula. Hay buenos actores de radioteatro que nunca vimos en escena, no tenían el porte para ser vistos en cine. Su voz da una idea, pero su presencia no cautivaba.
II
En el radioteatro el espectador, que es un escucha, se encuentra detrás de la fantasía de los paisajes musicales, de los ruidos, y de la voz, y así mismo, del narrador que al decir si en una escena los personajes visten de una manera elegante, dan la posibilidad a que cada uno de los oyentes den a la palabra elegancia una connotación diferente.
En el caso de las obras de teatro en la radio, existen los espectadores invisibles, de ninguna manera existen los aplausos de quien mira la obra que, de inmediato ante cualquier escena, aplaude porque ya ha juzgado algo que le llame la atención, así sea una actuación, un giro de las palabras, una entonación. No, el radioescucha está lejano. Y el actor se priva de ser aplaudido, aunque como efectos especiales están los aplausos y las risas ya pregrabadas. Eso sí las voces deben de estar armonizadas. Muchas veces no se sabe si todos los actores están en escena.
De ahí que nace el autor radiofónico, uno de ellos Tristan Bernard, que escribe especialmente para la radio, teniendo en cuenta que el espectador de radio, el radioescucha no ve a los actores, ni el escenario, ni la escenografía, ni el vestuario. Todo ello se sacrifica en pos de captar más espectadores a la distancia. El creador de la radio solo escribe diálogos como si fuera para ciegos y debe dar en los mismos diálogos la idea de que ahí mismo se entere el radio escucha de los gestos, y los vestuarios y la escenografía.
En estos inicios el escritor de guiones, y los actores, deben tener en cuenta que deben imponerse ante el ascenso vertiginoso del cine que ya comienza a hablar, ante el teatro tradicional mismo que perdura, y ante este estado intermedio entre el teatro y el cine que podría ser el radioteatro, un híbrido que se dio debido a la irrupción de la radio, sin imagen, pero con diálogos que deben cautivar.
Ante la ausencia de cine en Colombia estuvo hasta muy finalizado el siglo veinte el papel del radioteatro, que ya tenía otros nombres que era visible en obras como Kalimán con Gaspar Ospina, Érika Krum y Esther Sarmiento de Correa.

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