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lunes, marzo 20, 2023

Caldas: De la arriería al cable aéreo

En este libro se dice que el cable “transportaba, cada diez horas de trabajo, diez toneladas de carga subiendo y diez bajando, o sea doscientas toneladas al día en ambos sentidos.

 

José Miguel Alzate

Caldas fue el primer departamento en Colombia donde se construyó un Cable Aéreo. Fue el que, con una extensión de 72 kilómetros, comunicó a Manizales con Mariquita. Su construcción se inició el 2 de septiembre de 1913, y aunque estaba previsto que se culminaría en dos años, solo vino a inaugurarse nueve años después, el 2 de febrero de 1922. La idea de unir las diferentes regiones del país a través de un sistema de transporte que agilizara el movimiento de carga fue de Salvador Camacho Roldan, quien en 1871 ocupaba el cargo de ministro de Hacienda en el gobierno de Eustorgio Salgar. Sin embargo, solo cuarenta años después su idea fue acogida porque representaba una importante reducción de tiempo en el transporte del café hacia el puerto de embarque.

 

 

 

 

 

¿Por qué esta rememoración sobre un hecho importante en la historia de Caldas? Porque hace pocos meses salió a la luz publica un libro que reconstruye no solo la historia del que fue considerado el cable aéreo más largo del mundo, sino que también trae a la memoria cómo fue la época de la arriería en esta región. Escrito por Angel María Ocampo Cardona y Luis Fernando Sánchez Jaramillo, el primero presidente de la Academia Caldense de Historia y el segundo profesor de historia de la Universidad de Caldas, el libro es un excelente trabajo investigativo sobre la evolución del transporte en Colombia. Cuenta cómo fue la navegabilidad en el río Magdalena y cómo se extendieron las redes ferroviarias, que fueron el primer paso para consolidar el transporte terrestre. 

El libro

El libro lleva por título Cables Aéreos de Caldas…una historia. En sus 256 páginas, los autores contextualizan la historia de Colombia para explicarle al lector cómo Caldas logró sacar adelante una obra de infraestructura que fue definitiva para agilizar la llegada del café que se producía en la región al puerto de Buenaventura, para su posterior envió a los mercados internacionales. En este sentido, cuenta cómo por el Camino de La Elvira, la vía que se utilizaba para el desplazamiento de mulas y bueyes cargadas con bultos de café, transitaban hasta diez mil animales al tiempo, causando a veces trancones. Dicen, entre otras cosas, que “los caminos de la Colonia dieron paso a su vez a las vías de la colonización paisa”.  Es decir, de las trochas que abrieron los indígenas se formaron los caminos de herradura. 

El departamento de Caldas fue fruto del proceso conocido como colonización antioqueña, ese sobre el cual James Parsons escribió un libro importante: La colonización antioqueña en el occidente de Colombia. Con este proceso que hizo posible la fundación de los pueblos de lo que hoy es el norte de Caldas se dio comienzo a la apertura de caminos. Pobladores de lo que se llamaba el Cantón de Marinilla empezaron, después del año 1800, un proceso migratorio hacia el en ese entonces sur de Antioquia, con el propósito de hacerse a un pedazo de tierra para cultivar. Con un machete al cinto, cientos de personas abandonaron sus lugares de origen para establecerse en los pueblos que iban fundando. Esos caminos que fueron abriendo dieron vida a lo que se llamó la arriería.

El Cable Aéreo Manizales – Mariquita, que funcionó hasta el año 1967, fue construido para hacerle frente a la topografía de la región. Thomas Eastman, entonces ministro de Hacienda del presidente Carlos E. Restrepo, que conocía las necesidades que el país tenía de medios de transporte que reemplazaran a la arriería, impulsó la creación de la Sociedad The Dorada Raltway, que con un capital de 1.250.000 dólares se encargaría de construir y explotar la obra. Para ejecutarla, la sociedad antes nombrada contrató al ingeniero australiano James Ferguson Lindsay, que había realizado obras similares en varios países europeos. Angel María Ocampo y Luis Fernando Sánchez señalan en este libro que para construirlo se levantaron 375 torres que tenían entre cuatro y cincuenta y cinco metros de altura.

 

 

 

 

 

La Elvira

El llamado Camino de La Elvira, que fue construido después de 1865 mediante una concesión otorgada a un grupo de personas liderado por Ignacio Villegas, que cobraban peaje por pasajeros y por carga, sirvió para construir el Cable Aéreo Manizales – Mariquita. Su trazado se hizo, en parte, bordeándolo. Según los autores del libro Cables Aéreos de Caldas…una historia, la arriería se consolidó por este camino que comunicaba, en menor tiempo, a Manizales con Mariquita. En este libro se dice que el cable “transportaba, cada diez horas de trabajo, diez toneladas de carga subiendo y diez bajando, o sea doscientas toneladas al día en ambos sentidos”. En contraste, doce bueyes y doce mulas con 125 kilos los primeros y 100 las mulas demoraban cuatro días en un solo recorrido.

El libro escrito por Angel María Ocampo y Luis Fernando Sánchez se convierte en imprescindible para los historiadores que quieran investigar en fuentes serias lo que fue la transición de los caminos de herradura hacia el transporte mecanizado. Investigando en archivos, recurriendo a la tradición oral, entrevistando a sobrevivientes de la época lograron un libro que profundiza en aspectos socioeconómicos de la región, y en el estudio de una tradición que ya en Caldas pasó a mejor vida: la arriería. Era tanto el café que se producía en Caldas cuando se puso en servicio el cable aéreo, que de los 3.348.182 dólares que en 1924 le entraron al país por concepto de exportaciones de café, la tercera parte correspondía a los caficultores de Manizales, que tuvieron ingresos por 1.127.240 dólares.

Cables Aéreos de Caldas…una historia es un libro para leer con interés cuando se quiere saber cómo en este departamento creado el 11 de abril de 1905 se ha dado el desarrollo. Escrito en un estilo literario pulcro, donde se adjetiva con propiedad, en este libro se advierte la lucidez argumentativa de dos buenos escritores. Sin hacer concesiones fáciles a la retórica, dándole armonía expresiva a las oraciones, con un respeto grande por la gramática, Angel María Ocampo y Luis Fernando Sánchez demuestran que son historiadores con formación académica, conscientes de que su trabajo es un aporte importante en la búsqueda de la claridad histórica. Este libro, bien escrito, trabajado con pasión, por su tema tiene la importancia de Colgados de las nubes, de Gustavo Pérez Ángel.   

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