Liliana Cardona Marín
Pensar en el guaro, en la cantina, en la cultura popular de ancestro paisa sin referenciar un tema del maestro Darío Gómez es casi imposible y así materialmente su presencia no esté, la eternidad de sus historias hechas música acompañará por muchos años más los llantos por desamor, luto y el sinnúmero de momentos que hacen consumir licor y cantar a todo pulmón la tristeza particular que se refleja en melodías universales.
Día en el que Octavio Otálvaro le dice a al Rey del Despecho, que el muchacho que lo acompaña se llama Jhonny Rivera y que le gustaría que lo apadrinara.
Un reinado que empezó en Pereira
Todo rey tiene su reino y aunque por derechos adquiridos Antioquia es la comarca por excelencia. En el Eje Cafetero, Pereira es la sede alterna, porque son muy pocos los espacios en donde no se conozcan estas canciones, desde el estrato 1 al 6. La historia del Rey del Despecho en la Perla del Otún arrancó según el locutor e íntimo amigo de Darío Gómez, Octavio Otálvaro Caicedo en 1978: “En el segundo piso de una casa ubicada en la calle 27 con Avenida 30 de Agosto quedaba el bar ‘Las Nereidas’, ahí fue la primera presentación como artista, lo contrataron por $80.000, pero se gastó $5.000 en aguardiente, cada trago a $200, actualmente cobraba $100 millones por presentación”.
Los entrevistados para esta nota coinciden en el recuerdo del Renault 4 rojo que Gómez se venía manejando desde Medellín, para recorrer Caldas, Risaralda y Quindío dejando en almacenes de música y emisoras sus acetatos de 45 revoluciones.
Relato de una canción que nació aquí
Otra amistad que empezó por motivos profesionales con un pereirano, pero que trascendió a varias anécdotas, fue la que se tejió con el periodista Gerardo Calderón: “Para el año 1986, los medios de comunicación eran algo muy diferente a lo que son hoy. No había guardas de seguridad y uno desde la cabina veía a la gente entrar con su cartita para leer la complacencia y así como cualquier otra persona un día entró Darío Gómez, ya estaba con su sello discos DAGO y quería dar a conocer sus canciones”.
Cuando ya la gente lo reconocía explica Calderón, un día Darío Gómez abrió el micrófono e invitó a las personas a que trajeran sus historias escritas que él le ponía la música a la que más le llamara la atención. A la emisora ‘La Paisa’, llegó una señora que residía en la calle 13 con carrera 9, pasaron seis meses y el maestro llegó con el disco que tenía grabada la canción ‘Nueve años de soledad’.
“Otro aspecto que pocos conocen es que Gómez, le puso música a un pasillo pereirano de Ibarra y Medina, que se titula ‘Esperanza’ y grabó con Los Calendarios. Él dejó 100 de sus discos en un almacén de la ciudad y le dijo al propietario que después volvía por la plata, cuando regresó a los dos meses el hombre estaba furioso, porque se le habían acabado muy rápido y la gente le hacía pedidos, ese día le dijo que necesitaba 1.000”, recuerda Gerardo Calderón.
Sentimientos hechos canción
Ser un buen intérprete es fundamental en la carrera musical, pero Darío Gómez cantaba, como se dice, con conocimiento de causa. En las anécdotas que compartieron Octavio Otálvaro y Gerardo Calderón se encuentran la increíble forma en que en un forcejeo por quitarle la escopeta a su padre, con la que le iba a hacer daño a su progenitora, accidentalmente el arma se disparó y sin vida quedó el padre de Darío Gómez. Luego en su primer matrimonio, cuando era recolector de café en el Quindío, los amigos le decían que su esposa se la jugaba y efectivamente se dio cuenta que con bebidas hacía que él se quedara dormido para ella escaparse, se cuenta que ‘La Tirana’, es producto de esa historia y para rematar está ‘Daniela’, una crónica hecha canción que en tres minutos relata lo que aconteció a una hija extramatrimonial y cómo llegó esta nieta a su vida.
Vistió de frac a la música popular
Iván Mejía, el mismo del Festival del Gallo Ornamental, fue consultado para entender los diferentes momentos musicales del Maestro: “No se puede dejar de lado la picardía de los campesinos paisas, porque ponerle letra a un bambuco como ‘Satanás’ y otras composiciones permitieron la perfecta amalgama parrandera entre la música de cuerda del norte del Tolima y los ritmos de guacharaca caribeños que llegaron a Medellín y generaron identidad”. La genialidad de este hombre es innegable, quién sin estudios musicales y solo con oído privilegiado lograría conjugar la música guasca o carrilera de antaño con violines y trompetas, que para su época nadie se había atrevido y ser el primer intérprete de este género en salir con 11 músicos a tarima, por eso los demás quisieron imitarlo inmediatamente y es ahí donde nace el género popular que se conoce actualmente.