Por Mariana Suárez Guarín
Juan Guillermo Franco Arango, socio y fundador de Apostar desde el año 1989, es pionero del chance en Risaralda, es el centro de su familia, un hombre ejemplar, familiar, sencillo, querido por toda la sociedad pereirana, que ha recibido innumerables reconocimientos por su gran labor y gestión empresarial en la región y en el país, así como por su filantropía; a la edad de 77 años se conserva como un roble, madruga a su oficina todos los días.
Con su amabilidad y sencillez, nos abrió las puertas de esta, para contarnos detalles de su vida y sus inicios en el chance, donde una de sus mayores apuestas es a la unión y la solidaridad.
¿Cómo fueron sus inicios?
“Tuve una empresa que se llamaba Apuestas Risaralda desde el año 1972, donde nos unimos 13 empresas que había en Risaralda, 13 socios fundamos Apostar Risaralda con sede en Pereira, que hoy cuenta con 1200 colaboradores. Soy oriundo de Medellín (Antioquia), del barrio La América, estudié en un colegio privado de Medellín el Liceo Salazar y Herrera, recibí el grado como Contador en la Escuela Remington.
Trabajé mucho con mi padre que era carnicero de oficio, él fue quien me enseñó a trabajar, a ser responsable; recuerdo que a la edad de 12 años todos los días a las 3:30 a.m. máximo 4:00 a.m., yo me levantaba para ayudarlo en estas labores, a organizar la carne y fragmentarla en diferentes partes, es decir despostarla, por muchos años de mi vida estuve al lado de él, dedicado a este oficio, del cual salía a las 7:30 a.m., para bañarme e irme para el colegio.
En mi casa fuimos 20 hermanos, nos criamos 14 porque pequeños en el parto de mi madre tuvo tres novedades y en ese tiempo fallecían muy fácil de viruela y otras enfermedades raras, desafortunadamente fallecieron 3 hermanitos y quedamos 14 y hace más o menos 8 años se murió una hermana y en este momento quedamos 3 hermanos”.
¿Cómo llegó a Pereira?
“Tuve una discusión con mi padre a los 18 años de edad, donde le manifesté que quería independizarme y en ese entonces el secretario de Gobierno de Antioquia, era primo hermano de él y me ayudó a ocupar el cargo de telefonista en Santa Rosa de Osos (Antioquia), donde estuve 3 años.
En el año 1967 falleció mi padre y mi madre quedó sola con todos mis hermanos, me tocó renunciar a ese cargo y regresar con mi madre a ayudarle, yo ya estaba casado, me casé de 19 años, entonces regresé a la casa donde mi madre estaba con mis hermanos y la ayudé por muchos años; y en el tiempo que estuve en Medellín, un amigo me conectó con Iván Prieto Escobar, era quien tenía el negocio del chance en Medellín, ‘Prieto Chance’, me invitó a trabajar en las apuestas o quinelas, carreras de caballos y estando en esa labor resultó que en el año 1972, Jorge Naranjo de la ciudad de Pereira quería montar chance en esta ciudad y formamos la sociedad, donde yo ganaba un 10 % y un buen sueldo en esa época, y desde ahí me vine a vivir a la capital risaraldense, una ciudad que no conocía. Montamos la oficina en la 17 con séptima y entró en operaciones el 13 de diciembre en un cuarto piso, el chance en esa época (hace 50 años) era clandestino, pero nos cobraban un impuesto pequeño para aportar a la salud y nos dejaban trabajar, pero no fue fácil otros empresarios de acá de Pereira me hicieron la guerra, alegando que no teníamos permiso para trabajar libremente, nos demandaron y nos hicieron cerrar la oficina.
Al tiempo nos unimos entre amigos y por muchos años trabajamos clandestinamente, les recogíamos los juegos a los vendedores en las esquinas, un paquete con la plata y así, al tiempo conseguimos otra oficina en la 19 con séptima donde llegaban todos los promotores, cada uno tenía 10 vendedores y este se encargaba de recogerle a esos 10 vendedores el juego, entonces antes de jugar la lotería me los entregaban, el chance era elaborado a mano en un papelito, pero con el tiempo se modernizó, se hicieron unos talonarios que eran con doble hoja papel carbón, los cuales se les daba el duplicado al cliente y el original para la empresa, y así se trabajó hasta el año 1982 que llegó la ley primera, nos legalizamos y ahí empezamos a trabajar en una forma diferente, ya se podía hacer publicidad, había cajones en las calles; en el año 1972 fundé Apuestas Risaralda, en ese tiempo montamos una oficina en la 18 entre sexta y séptima, más organizada y ahí empezamos a trabajar en una forma diferente, en ese entonces peleábamos por los vendedores, entre la competencia ya que había 12 casas más, pero más adelante nos juntamos, hicimos una reunión en mi finca en La Virginia, socializamos las propuestas de los porcentajes y llegamos a un acuerdo, más adelante y fundamos la empresa Apostar, el 13 de septiembre en el año 1989.
Para mí es una suerte divina el número 13, todas las empresas o negocios que he fundado, las fundo en este número de día y con respecto al número 7, tengo 3 carros con las placas de 777, unas cuatrimotos y unos juguetes en la finca con el número 77 y este año cumplí 77 años.
¿Es una labor fácil?
Este negocio era muy esclavizante, porque se empezaba a las 6:00 p.m. y se salía de trabajar a las 2:00 o 3:00 a.m. después de que jugaba la lotería, de que sumaba los juegos que recogía, que hacía las planillas, que escrutaba los números, al otro día madrugaba a las 7:00 a.m. a pagar, era una labor estresante. Nosotros eramos 13 socios y todos los días como mínimo debíamos estar 3 en el escrutinio del juego y así nos dividíamos el trabajo, hasta que nos fuimos independizando, y comencé con la ganadería, seguimos evolucionando y ya llevamos 33 años en esa empresa, que primero era chance y ahora tiene muchos más servicios como giros, recibimos facturas de empresas, entre otros. Me da nostalgia decir hoy que de los 13 socios que empezamos en Pereira solo quedo vivo yo, de resto quedan los familiares de ellos en la sociedad.
¿Qué es lo que más agradece de este negocio?
Agradezco a nuestro señor Dios por darme vida, porque me ha ayudado tanto y todos los días lo primero que hago cuando me despierto es rezarle unos padres nuestros. “Solo le pido a Dios que me dé salud, que del resto me encargo yo”.
La relación con su familia
Nosotros salimos de paseo al exterior, o donde vaya a pasear, los invito a todos, siempre estamos juntos, somos muy unidos, mi esposa Cecilia Londoño de Franco y mis 6 hijos, 5 mujeres y un hombre, tengo 10 nietos y dos bisnietos y mi familia es mi felicidad.
¿Qué aprendizaje le ha dejado a su vida el impulso de las apuestas?
Yo soy un socio que no he abandonado la empresa, en la semana voy dos veces mínimo, a saludar a ver cómo están las cuentas, a preguntar qué necesitan, si bien esta empresa está en manos de una gerente y unos administradores, pero yo en los 50 años que llevo en el negocio del chance, siempre estoy al frente.
¿Qué le falta por cumplir?
Vivo muy feliz con lo que tengo, con lo que he conseguido y solo pido salud; he viajado por toda Colombia en carro y por muchas partes del mundo con mi familia, me encanta viajar.
La afición por los relojes
Me gustan mucho, siempre que viajo veo un relojito muy lindo me lo compro, tengo una colección de 280 de todos los tamaños, colores y formas.
Obras benéficas
Me gusta mucho ayudarle a la gente, procurar su progreso y su bien de manera desinteresada, tengo 3 o 4 asilos de personas vulnerables en los cuales colaboro siempre.
El mensaje para las nuevas generaciones
Les digo hoy que madruguen, que sean honestos, buenos trabajadores, que no tengan nada malo que hablar de ellos, por ejemplo yo madrugo a mi oficina a las 7:30 de la mañana todos los días y no tengo que rendirle cuentas a nadie, ser disciplinado vale la pena.