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lunes, junio 5, 2023

Ser mamá vale la pena 100%

Liliana Cardona Marín 

Mamás hay tantas y tan diversas, tal vez, como personas en el mundo, quizá se podrían agrupar entre las que son como un huevo, duras por fuera pero tienen un corazón que se derrite por mucho que las hagan bravear y también están las mamás aguacate que son todo un amor, pero cuando dicen no, es no y pobrecito el que se meta.

 

Hace un año el especial de este día estuvo enfocado en el tema de las madres solteras, las que contra el mundo hicieron seres humanos valiosos para la sociedad. Este año, el homenaje corre por cuenta de una madre campesina y de otro lado, una abuela, poco convencional, porque no teje, no tiene osteoporosis y no va a misa de las 6:00 de la tarde en semana. 

 

Jhised, una abuela siglo XXI

La protagonista de esta historia tiene 42 años y una nieta de 4, porque la maternidad la tomó por sorpresa tres veces, pues planificaba y no conseguía el efecto. A Jhised Chica, la graduaron como abuela cuando apenas tenía 38 y aunque al principio no estuvo muy de acuerdo con el bebé que buscaban su hija de 20 años y yerno, cuando vio a Emiliana, todo  fue diferente y ahora no se cambia por nadie.

 

Jhised a pesar de su juventud se olvidó de amigos y rumba, fue la madre que quiso tener, comprensiva y cercana, “mi mamá no pudo, porque tenía que trabajar para sacarnos adelante, el apoyo del papá de las niñas me permitió ser mamá 24/7, estar en todas las presentaciones y caídas”. Ahora se puede decir que son cuatro amigas que se ayudan mutuamente, porque el nivel de juventud le permitió mostrarle a las hijas el mundo con naturalidad y ella atribuye que hoy sean mujeres responsables y tranquilas a esa misma crianza sin restricciones exageradas.

 

Abuela valiente y sobreviviente

Un día, la abuelita Jhised estaba muy contenta con la visita de su nieta de cuatro meses, cuando la niña se durmió salió a conversar con una vecina y el travieso viento le cerró la puerta, ella se desesperó, porque a esa edad los bebés ya ruedan por la cama. Decidió entonces subir al techo para entrar a un lugar de la casa que se facilitaba, pero las tejas se rompieron y cayó sobre el vidrio del comedor, como pudo se arrastró hasta la puerta para abrirle a la vecina, no tanto para que la ayudara, sino pensando en la bebé.

 

Estuvo en coma por tres días, la familia entera casi enloquece, porque ella es el pilar de la misma, pero despertó, porque así son las mujeres y las madres valientes. La pierna izquierda no daba señales de poderse recuperar y ella tomó la decisión de que le amputaran “Yo estoy acá por mis hijas y mi nieta, me aferré a ellas, qué tal yo quedarme por ahí quieta, cuando lo que a mí me gusta es moverme. De todas salimos, gracias a Dios yo trabajo, tengo una vida normal y la niña es la vida de todos”.

Jhised pudo conocer el mar hace ocho días en Santa Marta.

Cuando en la familia de Jhised pensaban que los sustos habían pasado, la mañana del 8 de febrero de 2022, se desprendió parte de la ladera que está justo atrás de la casa en el barrio La Esneda.

 

Amparo, una mamá de pura cepa

La otra historia corre por cuenta de una mamá más pereirana que el Viaducto, porque es la del ancestro campesino de esta tierra. Amparo Ríos Tamayo tiene 70 años, nació en Yolombó, Pereira, porque así se llama la finca en Alto Alegrías, donde ha pasado toda su vida. Se levanta a las 6:00 de la mañana, porque aunque sus dos hijas ya viven en la ciudad, debe cuidar las necesidades de 60 gallinas ponedoras y 30 pollos, lo primero es el aseo con cisco, por si está muy mojado el galpón, pero cuando hay que arreglar hasta 20 pollos para vender el reloj suena una hora antes.

 

“Criar un hijo en el campo es más sano. Como mis dos niñas eran tan pequeñitas, a las 7:00 a.m., las llevaba a la escuela de la vereda, volvía y hacía oficio y a las 10:00 les llevaba la media mañana, me devolvía a atender los animales, el jardín y a las 12:00 ya las recogía”. Lo que siempre ha preocupado a doña Amparo es que sus hijas sean honestas y responsables. Cuando se le pregunta por las tradiciones que se pasan de madres a hijas responde “ellas sí aprendieron a hacer fríjoles y sancocho, pero cuando vienen a la finca hacen unas cosas ricas pero diferentes”.

 

Acerca de la edad para ser mamá, la señora Ríos comenta: “por estar ayudándole a mis padres, me iba dejando el tren (y se ríe) entonces me puse pilas, pues los otros novios cuando me decían voy a ir a hablar con su papá, lo iba despachando, porque era mucho compromiso Creo que ser mamá después de los 30 es mejor, porque uno es más responsable, pero es una cosa muy personal”.

Doña Amparo en su labor cotidiana.

En diciembre la natilla con doña Amparo es cosa seria, porque debe ser de maíz, de la que hay que pilar y moler varias veces. Nada de echarle mantequilla para que no se ponga babosa y pasas tampoco, porque no dura y a ella una natilla le ha quedado hasta por 15 días. Para coger café también se tiene confianza, en cosecha recoge cinco cocados (valde recolector). Como en el día no le queda tiempo de ver televisión, después de repartir la merienda, ve un rato y se duerme a eso de las 9:30 de la noche. 

 

Las abuelas tradicionales

En esta ciudad específicamente es un deber exaltar el valor que tienen las abuelas, como se dice, justo y necesario. Pues ellas después de haber cumplido con su deber, quedaron encargadas de seguir en la crianza, cuando miles de pereiranas partieron hacia el mundo para darle a la familia otro nivel de vida.

La Carder entregó en varias fincas los fogones que evitan que salga exceso de humo, se convirtió en el favorito en Yolombó.

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