El presidente Gustavo Petro, en uso de la facultad discrecional que le confiere la Constitución Nacional de nombrar y remover libremente a sus colaboradores, ajustó la mitad de su gabinete y nombró siete nuevos ministros y el Director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República.
La intempestiva decisión se produjo luego que los partidos Liberal, Conservador y de La U no acompañaran incondicionalmente algunas de las reformas presentadas por el Gobierno a consideración del Congreso, como la Política y de Salud, y que el mandatario declarara rota la coalición de gobierno durante el discurso pronunciado en Zarzal en un acto en el que entregó a cientos de campesinos una tierra expropiada al narcotráfico.
El Presidente retiró a los ministros que representaban a los partidos distintos al suyo que formaban la coalición de gobierno y a quienes no interpretaban realmente la filosofía y el pensamiento del actual gobierno y nombró en su reemplazo a personas muy cercanas, de su absoluta confianza y en general que habían trabajado con él en el pasado o compartido algún espacio en la actividad política.
Los cambios, por supuesto, le dan solidez y unidad de criterio a la administración, tan puestas en prueba por conceptos y opiniones internas sobre algunas de las principales iniciativas del gobierno, como la que expresaran ministros como Alejandro Gaviria, Cecilia López y el propio José Abétonio Ocampo en torno a la reforma a la Salud; pero ponen en aprietos las necesarias mayorías en el Congreso para su aprobación.
El Presidente ha amenazado con sacar a la calle al pueblo, a los campesinos, a los indígenas, a los estudiantes, a los desempleados, a la “primera línea” y a lo que él ha llamado los colombianos que votaron por el cambio, a apoyar las reformas propuestas por él y por las que votó la mayoría de los ciudadanos, en un claro anuncio de recurrir a una constituyente en el caso que el Congreso, como parece ser, no le apruebe las reformas tal cual fueron presentadas.
No parece bueno añadirle a la polarización política y las dificultades en materia económica, social y de seguridad que tiene el país, un enfrentamiento entre el Gobierno y el Congreso, y un llamado a los colombianos a que pongan en duda las instituciones y desconozcan a quienes las representan.
De todas maneras, independiente del resultado que arroje el cambio de estilo que ha le ha impreso a su administración el presidente Petro, pierde el ejecutivo varios ministros que habían conseguido logros importantes para el Gobierno y, sobre todo, sabido transmitir confianza y tranquilidad a los colombianos, tan necesarias en medio de la incertidumbre y el desconcierto que vive el país. Ojalá, los que llegan logren ésto y muchos mejores resultados.