Parar para esperar el cambio de luces, en cualquiera de los semáforos que hay instalados en la Ciudad, se ha convertido en el mayor tormento para los conductores, especialmente si son mujeres, de los vehículos que circulan por las calles y avenidas de Pereira.
Cuando el luz de los semáforos se pone en rojo, una verdadera jauría de personas, la mayoría muy mal vestida, muchas con expresiones que producen miedo y en actitud amenazadora, se lanza casi que automáticamente sobre los vehículos que van llegando a la fila, para supuestamente limpiarles el parabrisas y pedirles a cambio una retribución económica.
Esto no sería más que una de las tantas maneras que hay de conseguir lo necesario para subsistir por parte de unas personas, jóvenes en su mayoría, que no tienen trabajo y que prefieren recurrir a una práctica que en muchas ciudades es usual, a ocuparse en un trabajo formal; de no ser porque ellas han optado por volver esto un chantaje directo a los conductores de tal manera que quien no autorice que le limpien el parabrisas o no les de unas monedas, se expone a que le golpen o le rayen el vehículo.
Hay semáforos en la Ciudad que son un verdadero peligro para las mujeres. Quienes limpian los parabrisas en estos lugares saben que ellas son presa fácil para su perversa práctica y aprovechan esa circunstancia para descargar sobre ellas toda su amenazadora actitud y obligarlas a que les den dinero.
En la Ciudad la práctica de los limpiadores de parabrisas hizo carrera por mucho tiempo; pero había desaparecido o por lo menos se había reducido a unos muy pocos semáforos; hasta ahora que ha resucitado y vuelto el refugio de cientos de venezolanos sin empleo y que han encontrado en esta práctica una manera de subsistir.
Lo grave de esto es que muchas de estas personas permanecen bajo los efectos de la droga y en esas condiciones hacen su labor, con el consecuente comportamiento de quien está bajo los efectos de un alucinógeno y tiene la presión de conseguir algún dinero para seguir consumiendo.
Todo esto desafortunadamente sucede a los ojos y con el consentimiento de las autoridades. Distinto a unas eventuales requisas en las que se encuentra regularmente armas cortopunzantes y sustancias psicoactivas, nada hacen las autoridades para controlar este mal y para proteger a los conductores víctimas de las amenazas y el chantaje público de esas personas.
Es urgente que las autoridades y la Policía le pongan mano a este problema que vive la Ciudad y que cada vez se hace más generalizado en los distintos puntos donde hay semáforos especialmente. De una incomodidad por una labor que tampoco se hacía bien, se ha pasado a una amenaza para la seguridad de quienes no aceptan que se convierta el parabrisas de su vehículo en un pegote imposible de limpiar luego.