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jueves, marzo 23, 2023

Un mal sin doliente

Las personas que tomaron la fatal decisión en Risaralda de quitarse la vida fueron menos en el año pasado que en el 2021. Mientras en el 2022, según un informe del Instituto Nacional de Medicina Legal, este doloroso hecho sumó en el Departamento 79 víctimas, un año antes se habían registrado 88.

Aunque estos datos significan una disminución de casi el 10%, 79 suicidios siguen siendo un registro aterrador para cualquier comunidad. Que cada cinco días una persona no encuentre más alternativa de solución a sus posibles problemas, que autoeliminarse, es algo que no puede pasar en ninguna sociedad.

Ahora, por supuesto es mucho más doloroso cuando la víctima es un adolescente o una personas jóven, pero todo suicidio, no importa la edad, ni el sexo, ni la condición social, ni tampoco las circunstancias que rodearon el hecho ni las condiciones en que ocurrió, es una vida que se pierde y que no se puede reemplazar.

El suicidio no puede ser, como parece estar ocurriendo en nuestra sociedad, la primera salida a un problema de salud, o económico, o en el trabajo, o amoroso, o de empleo, o a un desengaño, o de cualquier otra naturaleza, por graves que estos sean y que al parecer no tengan solución posibles.

Quitarse la vida no es solución de nada y menos de algo que lo único que no lo puede solucionar es no existiendo. En esto es donde la propia sociedad y las entidades dedicadas a estudiar, apoyar y tratar de evitar que cualquier circunstancias adversa lleve a una decisión fatal, juegan un papel decisivo.

Según estudios  bien fundamentados y serios, la persona que está pensado en quitarse la vida para solucionar algún problema que tiene, empieza casi siempre a tener un comportamiento inusual, o a emitir ciertas señales que a los ojos de los expertos son fáciles de prever que se está ante un posible suicida.

Por eso, es urgente trabajar en la detección de cualquier comportamiento anormal que pueda indicar que se está ante la presencia de un posible candidato a autoeliminarse, y que cuando esto ocurra se desplieguen todas las estrategias de apoyo, acompañamiento y seguimiento a la persona y que permitan evitar que tome una decisión fatal.

La Ciudad y el Departamento no pueden simplemente seguir de brazos cruzados apareciendo cada año como una de las capitales y de las regiones del país con más alto número de personas que se autoeliminan. Hay muchas maneras de atacar el problema que bien podrían evitar que tantas vidas se estén perdiendo sin que a alguien siquiera preocupe.

Para estar informado

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