Los cambios en el gabinete ministerial son un hecho corriente en el país. Los ministros son funcionarios de libre nombramiento y remoción del Presidente de la República y su designación responde a diversas circunstancias que, cuando una o varias de ellas desaparecen o pierden valor, generalmente llevan al mandatario a hacer un ajuste en su equipo más cercano de colaboradores.
Por eso, no puede causar sorpresa el cambio que el presidente Petro hizo en tres de los ministerios. El revuelo que ha generado este cambio está en lo intempestivo que fue, en el poco tiempo que llevaban en el cargo, en lo mucho que el mandatario los ponderó al momento de su designación y, en el caso del ministro de Educación, la poca lealtad que tuvo con el gobierno del cual hacía parte.
Para el Presidente era ya irresistible un ministro que se había vuelto el jefe de la oposición del proyecto de reforma más importante para su gobierno y que además, era el mayor suministrador de argumentos y cifras a quienes están en contra de la iniciativa gubernamental. Todo esto con el agravante que el ahora exfuncionario es una de las personas que más ha estudiado el tema de la salud y mejor conoce los problemas que tiene el sistema en Colombia.
De hecho, la gota que parece haber rebosado la tasa fue la filtración de un documento firmado por tres de los ministros y el Director Nacional de Planeación, y atribuida a él por algunos sectores, en el que se cuestiona severamente el soporte económico de la reforma a la salud.
Por lo demás, las otras dos ministras representaban fuerzas políticas que hacen parte de la coalición de gobierno y si sus partidos, como parece haber pasado, no se sentían cómodos con ellas, lo práctico, si se quiere conseguir los votos en el Congreso para sacar adelante las reformas, era cambiar las personas por unas que sí interpreten políticamente a sus respectivos partidos y tuvieran el apoyo de sus directivas.
Es decir, lo que en conclusión hizo el presidente Petro, fue sacar a un ministro que se había vuelto la piedra en el zapato del proyecto de reforma a la salud, y darle gusto a dos de los partidos que hacen parte del Gobierno y le estaban reclamando porque sus representantes en el gabinete ministerial no los interpretaban; y con ello garantizar un tránsito legislativo menos hostil y difícil de las iniciativas.
No hay por qué, pues, el revuelo que hubo por la aceptación de la renuncia a tres de los ministros del gobierno Petro. Ninguno era realmente cercano al Presidente, ni hacía parte de su guardia pretoriana y en cambio su salida sí alivia una presión interna que le estorbaba y le da gusto a dos de los partidos que lo acompañan y que se han sentido maltratados por el gobierno.