Si se quiere conseguir un efecto positivo en la inflación y en el costo de la canasta familiar, no basta que los empresarios hagan su sacrificio, sino que el Gobierno haga lo propio.
Un grupo de las más importantes cadenas de supermercados del país han anunciado la disminución de los precios en decenas de productos básicos de la canasta familiar, como una contribución a la lucha contra la imparable inflación que viene afectando al país en los últimos meses y que ya prácticamente se comió el reciente y alto ajuste del salario mínimo que devengan varios millones de colombianos.
Producto del descomunal y periódico aumento del precio de los combustibles, de las altísimas tasas de interés, de los altos costos de los fungicidas, de los implacables efectos de la Reforma Tributaria, de la falta de control de las autoridades y, no se puede negar, de las alteraciones intempestivas y prolongadas del clima, el costo de los alimentos ha dejado a cientos de miles de familias mercando la mitad de lo que compraban hace un año.
Esto con un agravante aterrador y es que por más anuncios del Gobierno y por más promesas del presidente Petro, la inflación no cede y por tanto el anunciado efecto sobre la Canasta Familiar, ni se ha visto, ni se verá en mucho tiempo, salvo que el esfuerzo empresarial que se ha anunciado no solamente sea significativo en número de productos y en porcentaje de disminución, sino que se mantenga en el tiempo, y, sobre todo, que el Gobierno ponga lo que le corresponde.
Si se quiere conseguir un efecto positivo y sensible en la inflación y en el costo de los productos de primera necesidad, no basta que los empresarios y el sector privado hagan un sacrificio como el que están haciendo, sino que el Gobierno haga lo propio y aporte también su parte a este noble propósito nacional.
Aquí todos deben aportar y todos deben hacer su sacrifico económico; porque es muy fácil pedirle a los supermercados que bajen los precios del arroz, o de los huevos, o de los frijoles, o de la leche, o de la papa, mientras el Gobierno cada vez ajusta, y de qué manera, los precios de los combustibles y el Banco de la República no termina de aumentar la tasa de interés.
Los empresarios y los agricultores están dispuestos, así lo acaban de demostrar, a hacer un sacrificio importante para que más familias colombianas puedan seguir accediendo a la canasta familiar completa, pero nadie va a trabajar con unos precios descompensados, más si cada alza que anuncia el Gobierno pone a aquellos más lejos de poder seguir el ejemplo de los grandes supermercados nacionales.
Bien, pues, por el esfuerzo de los grandes comercializadores de los productos básicos de la canasta familiar y por su aporte a evitar que los precios de los alimentos sigan disparados, pero lo mínimo que debe hacer el Gobierno es contribuir con lo que es de su resorte, empezando por congelar el precio de los combustibles.