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lunes, marzo 27, 2023

Tiene razón

Hoy la otra mitad de Colombia, la que no votó por el presidente Petro, la que no apoya su estilo de gobierno y sus convicciones políticas, la que no sale de su asombro con cada propuesta que hace, la que pide que se divulguen los proyectos de reforma a la salud, laboral, pensional, política y electoral, la que se estremece viendo en la calle a los delincuentes que acabaron con el país durante las famosas protestas sociales y la que ve indignada que buena parte de la reforma tributaria esté yendo a parar donde los atenidos de siempre; está convocada a expresar también en la calle todas sus preocupaciones e inconformidades.

Será una jornada pacífica por la salvación de Colombia. Para pedirle al Gobierno que revise su política energética, que no siga espantando la inversión extranjera, que le dé seguridad jurídica al inversionista, que más empresas no se sigan yendo del país, que no haga tabla rasa con el sistema de salud, que proteja al pequeño empresario, que respete la separación de poderes, que no chantaje al Congreso, que no deje libre a los delincuentes, que no privilegie a los criminales y que no aniquile la iniciativa privada.

El país vive la peor incertidumbre de su historia. Hoy se dice una cosa y mañana lo contrario. Cada ministro plantea su propia reforma. No hay una unidad de criterio en el gobierno central y al Presidente parece no importarle tener que estar corrigiendo y rectificando a sus altos funcionarios.

El presidente es soberbio, valora más una reunión de 15 o 20 indígenas que una asamblea de 700 u 800 empresarios, no mira de frente ni a los ojos a sus interlocutores, poco le importa dejar reunidos a los alcaldes del país, o a los ingenieros, o a los banqueros, o a los comerciantes, y lo peor, no admite recomendaciones, ni oye sugerencias, la verdad la tiene solo él.

Lo peor es que cuando no logra el asentimiento general, cuando tiene divergencias, amenaza con desbordar los canales institucionales y usar el poder presidencial. Acaba de convocar al pueblo, ya lo había insinuado en el pasado, a debatir en la calle las dos o tres docenas de reformas que está proponiendo.

Todo demuestra que con este gobierno el diálogo no es posible, que los argumentos y la razón no son una opción para discutir con el Ejecutivo sus propuestas, que en los proyectos hay una sola voz y es la del Gobierno y solo él tiene la razón y la verdad, y que no está dispuesto a dar su brazo a torcer. 

Tiene razón, pues, esa otra media Colombia en salir a las calle a manifestar su inconformidad con un gobierno que no sabe de diálogos, ni admite razones; a decirle que su poder no es ilimitado, que las reformas no pueden arrasar con lo que hay; y a notificarle, porque no, que ese medio país está también en pie de lucha para defender sus derechos y la institucionalidad.

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