Este es un país definitivamente bien especial. Aquí los muertos siguen haciendo muchas cosas después de haber cumplido su misión en la tierra y presentarse ante el Creador a rendir cuentas.
Por años los muertos en Colombia se han levantado el día de elecciones a votar y han elegido presidentes, congresistas, gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, y también han hecho otras cosas como reclamar subsidios del Gobierno, acceder a auxilios oficiales y recibir ayudas por desastres naturales.
Ahora estas personas se están levantando de sus sitios de descanso eterno, pero para protegerse del riesgo de contraer el coronavirus y contribuir con la lucha contra esta temible enfermedad que ya ha cobrados miles de victimas y ha hecho estragos en la economía, y contra los altos índices de ocupación de las Uci
Según un informe de la Contraloría General de la República, al cotejarse las planillas de las personas a quienes se les ha aplicado la vacuna, la entidad ha encontrado que un número significativo de estas aparece en los registros oficiales como dados de baja, es decir que han fallecido.
Que la gente se salte la fila, que aparezcan personas que no hacen parte de la primera línea de vacunación, con las dos dosis recibidas; que el paquete de seis vacunas no haya alcanzado sino para cinco; que se hayan perdido algunos biológico; que se hayan agotado las vacunas o que no se haya tenido la precaución de guardar las segundas dosis para cumplir con las fechas dispuestas, todo es posible en Colombia; pero lo que nunca nos imaginamos es que los muertos sean los primeros en acudir a ser vacunados.
La pregunta es para dónde cogieron las dosis que supuestamente se les han aplicado a quienes hace rato dejaron este mundo y se libraron del riesgo de contagiarse y de pronto de no poder encontrar clínicas, ni medicamentos y mucho menos UCI disponibles, y que fueron detectadas por la Contraloría; y quiénes son las personas que llenaron los formatos donde aparecen los fallecidos y que certificaron que estas cédulas corresponden a personas que se hicieron presente y que estaban dentro de los grupos llamados a aplicarse la vacuna.
Ya era suficiente con el impresionante desorden nacional que trajo el promocionado y tan ponderado Plan Nacional de Vacunación, y los evidentes problemas con la distribución, manipulación y aplicación de las vacunas, como para que ahora resulte que antes que los adultos mayores, que el personal médico y de la salud, están los muertos.
La Contraloría y los demás organismos de control tienen la obligación de investigar con la mayor celeridad y todo el rigor, estos vergonzosos hecho e imponer, de ser ciertos como parecen serlo, las más severas sanciones a sus responsables. En Colombia los muertos no pueden seguir eligiendo a los “vivos” y quedándose con los derechos de quienes de verdad los tienen.