El informe que se acaba de conocer sobre la incidencia que tuvo, sobre la baja cobertura que tiene desde hace mucho tiempo este seguro, el descuento del 50% otorgado por el Gobierno Nacional al costo del Soat de las motocicletas, confirma que este fenómeno no es un problema de costo, sino de desorden, de incultura, de inconsciencia y, sobre todo, de falta de control de las autoridades.
De acuerdo con la misma fuente, seis meses después de entrar en vigencia el descuento, la evasión del Soat pasó del 63% al 60.2%, es decir que apenas disminuyó 2.7 puntos porcentuales, prácticamente nada frente a un descuento tan significativo y un sacrificio tan alto, si se tiene en cuenta que de cada diez accidentes viales, en siete hay involucrada una moto.
El otro registro que pone en duda la voluntad de los propietarios de motos para cumplir las normas vigentes y disminuir la accidentalidad, es el de la evasión de la Revisión técnico-mecánica a que están obligados todos los automotores que circulan por las vías y calles del país. Al 31 de marzo pasado, el 70.9% de las motos matriculadas no tiene al día esta obligación, apenas un 1.5% menos del dato de hace seis meses, es decir que apenas tres de cada diez cumple con un requisito que busca reducir también los altos niveles de mortalidad y siniestralidad vial que hoy existen.
Por supuesto que no es sencillo verificar que cada moto que circula en las ciudades, cumpla con la revisión técnico-mecánica y tenga al día el Soat; pero está confirmado que esta obligación no se puede dejar a la conciencia y a la responsabilidad de los motociclistas y que la única alternativa es el control por parte de las autoridades de tránsito.
Está comprobado que en Colombia, los motociclistas hacen los que les da la gana en las propias narices de unos guardas de tránsito, que, o no parece importarles, o dentro de sus labores no está poner orden al comportamiento de estas personas, ni sancionar a quienes permanentemente se están burlando de las normas de tránsito.
No se explica de otra manera que cientos de motos circulen por el carril exclusivo del Megabus, o que los andenes y aceras estén atestadas de estos aparatos, o que las vías sean pistas de carreras o de exhibición de maniobras peligrosas de los motociclistas, todo a los ojos de las autoridades de tránsito, y es como si nadie los viera.
Queda, pues, confirmado que cualquier estrategía que se plantee para meter en cintura al principal actor del desorden y la accidentalidad vial del país, es indispensable acompañarla con una acción decidida y consistente de las autoridades que controle y sancione a quienes se resisten a observar la ley y a contribuir con las condiciones que garanticen una movilidad más segura.