No puede ser más desalentadora la decisión del Juzgado Primero del Circuito de Pereira que ordena, luego de un largo y fallido proceso de liquidación o de venta del Deportivo Pereira, la entrega del equipo a los acreedores para que sean ellos quienes tomen su administración y tomen las decisiones que mejor les parezca.
Hace ocho años el Consejo Superior de la Judicatura determinó, luego de que Coldeportes le suspendiera el reconocimiento deportivo a la institución matecaña, que la liquidación de la Corporación Social, Deportiva y Cultura de Pereira (Corpereira), debía ser asumida por el Juzgado Tercero Civil de Circuito.
Posteriormente el juzgado del conocimiento designó al doctor John Omar Candamil, como liquidador del equipo y con él se inició, con el propósito de salvar la institución de la desaparición, un proceso de venta del equipo a través del mecanismo de subasta privada, procedimiento que nunca funcionó ante los problemas jurídicos y éticos de algunos de los inversionistas a quienes se les adjudicó la primera compra, y el incumplimiento económico del último interesado en comprar el equipo.
En estas condiciones y agotados los plazos concedidos por el Juzgado para que el nuevo comprador consignara el valor total de la oferta que estaba haciendo por el equipo, el despacho judicial ordenó la adjudicación del Deportivo Pereira a los acreedores reconocidos por el juzgado.
Esto significa que los acreedores, recibido el equipo, deberán reunirse dentro de los próximos 30 días para conformar una nueva junta directiva que asuma el manejo de la institución y tome la decisión que más convenga a sus intereses, ya sea la de continuar con el equipo o ponerlo en venta.
Lo triste de esto es que el equipo regresó, después de nueve años, al punto de partida. Es decir, a quienes propiciaron que Coldeportes le quitara el reconocimiento deportivo al equipo matecaña. Se hubiera ahorrado todo este tiempo y tenido la posibilidad de tener hoy un cuadro maduro, bien conformado y disputando los principales honores en el fútbol profesional colombiano, entregándole el equipo al grupo de acreedores de entonces.
Estos hubieran asumido su administración y manejo, o si era del caso lo hubieran puesto en venta sin los condicionamientos y dificultades que impuso la justicia y que en último término fue lo que frustró en varias ocasiones la venta a inversionistas que mostraron interés serio en comprar y manejar el equipo.
Ojalá, esta nueva etapa que empieza el Deportivo Pereira, aunque nada hace que sea halagadora, sea de verdad distinta a la que ya vivió en buena parte de la mano de quienes ahora reciben la institución por orden de los jueces y la Ciudad pueda contar con el equipo que tanto añora y se merece la afición.