Por fin mañana los colombianos conocerán el nombre de la persona que regirá los destinos del país en los próximos cuatro años. Por fin, porque esta no fue propiamente una campaña de ideas, de propuestas y de invitación a los ciudadanos a votar por el mejor, sino de agravios, de ataques infundados y de zancadillas mal intencionadas.
Amén, todo eso, de incoherencias ideológicas y conceptuales, y de oportunismo político por parte de quienes participan de las campañas electorales y ofrecen su respaldo más pensando en los beneficios políticos personales y en los acuerdos burocráticos que puedan lograr, que en las coincidencias con las propuestas y planteamientos de los candidatos.
Fue una campaña de desprestigios y de estrategias para desacreditar a los rivales, primero entre todos los candidatos, especialmente entre los que tenían una real opción de pasar a la segunda vuelta, y después de la última votación, entre los candidatos que mañana se enfrentan en las urnas en busca del apoyo mayoritario de los colombianos.
Fueron unos días, en especial las últimas tres semanas, que solo sirvieron para profundizar aún más la polarización que vive el país, para afectar, sin mayores juicios de valor, la imagen, el pasado, la trayectoria y las propuestas de los candidatos, y para zocabar el nombre de quien a partir del mañana va a ser la imagen del país en todo el mundo
Mañana Colombia va a elegir su nuevo presidente sin conocer realmente lo que piensan los candidatos sobre los grandes problemas nacionales, la manera como los van a enfrentar apenas reciban al país el próximo siete de agosto. La bajeza de la campaña no ha dejado oír la voz de los aspirantes, ni sus opiniones sobre los sucesos de trascendencia nacional.
Todo se ha limitado, primero a una campaña muy corta para comparar las dos opciones, porque hasta un par de semanas antes de la primera vuelta nadie daba un peso por la posibilidad de que el ingeniero Hernández estuviera mañana compitiendo con el candidato Petro, y segundo, a una estrategia, como lo evidenciaron los videos de Roy Barrera, para desprestigiar al candidato de La Liga de Gobernantes Anticorrupción.
Lastima, pues, que el privilegio que hoy no tienen muchos país y que por fortuna todavía lo conserva Colombia de poder elegir, así sea con todos estos vicios, democráticamente a su próximo presidente, no haya sido aprovechado como lo hacen todas las democracias del mundo, proponiendo ideas, debatiendo propuestas y votando por las mejores.
De todas maneras, mañana los colombianos tienen la última oportunidad, por sobre todo de preservar la democracia, de defender la institucionalidad, de apoyar los principios constitucionales que nos rigen y de ejercer el más sagrado derecho democrático, en favor de quien, a pesar de las limitaciones de la campaña, alcanzó a garantizar la lucha contra los grandes males nacionales y la preservación del Estado de Derecho.