Definitivamente la Ciudad está convertida en un parqueadero a cielo abierto. No hay una sola calle, ni siquiera las avenidas de tráfico rápido, que no tenga una fila de vehículos estacionados donde no es permitido, estorbando e impidiendo el tráfico normal y la buena movilidad.
Hay inclusive vías, no una sino muchas, en las que los vehículos se estacionan a lado y lado de la acera, sin importar que se trata de unas calles estrechas y lo peor, que tienen circulación en doble sentido. Es decir, vías que tienen tráfico de ida y de venida y el espacio para esto es el que dejan los carros que están parqueados a ambos lados.
Esto sin hablar de las aceras y de las zonas verdes supuestamente construidas para dar espacio a los peatones y adornan las áreas de sesión especialmente en los sectores residenciales. Todos se han vuelto las zonas de parqueo de las viviendas y establecimientos públicos, y en salas de venta de los concesionarios de autos.
Y ni qué decir de las motocicletas. Hoy los andenes son el lugar predilecto para el estacionamiento de estos aparatos. No importa el sitio, ni el flujo de peatones, los motociclistas se suben al andén y estacionan su moto en cualquier espacio impidiendo el paso y la libre movilidad de las personas.
En la avenida 30 de Agosto, por ejemplo, hay sitios donde la zona verde fue levantada completamente y pavimentada en su reemplazo, y hoy son zona exclusiva de parqueo de las motos de los empleados de la empresa que, con seguridad sin la autorización respectiva, hizo el cambio de destinación del espacio público.
Todo esto a los ojos de todo el mundo y, lo más doloroso, ante la mirada indiferente de las autoridades de tránsito, o lo que es peor, ante la ausencia absoluta de ellas. Los conductores se parquean en cualquier parte, obstruyen el tráfico y arman un trancón monumental, aprovechando que no hay un solo agente de tránsito que ponga orden.
Tal vez con la inseguridad, son los dos problemas más inmediatos que tiene Pereira y los que la están convirtiendo, de ciudad amable, tranquila, segura, atractiva para visitantes y turistas, y llamativa para inversionistas, en una urbe poco agradable, peligrosa y que no invita a venir a ella.
Es urgente, pues, que las autoridades le pongan atención a este problema. Nada espanta más a visitantes, a turistas, a empresarios en plan de inversión y a personas con deseos de buscar un lugar donde instalarse y disfrutar de su justa jubilación, que los trancones, las dificultades de movilidad y la inseguridad.