Mediante un trino, principal medio de comunicación del Jefe de Estado con sus compatriotas, el Presidente Petro anunció el retiro del respaldo a la reforma política que cursaba en el Congreso de la República. Argumentó que ésta ya no reflejaba el cambio y que en su contenido no quedaba ningún tema progresista, como las listas cerradas, la igualdad de curules para hombres y mujeres, la financiación estatal, entre otras. Esta posición fue avalada por el Pacto Histórico, argumentando que se pretendía una reforma política, no politiquera dada la cantidad de “micos” que se fueron incorporando en su discusión.
Pero al margen de los argumentos en pro y en contra, lo que queda demostrado es que ni ahora, ni en el pasado reciente o lejano, el Congreso ha permitido cambios en su entramado de privilegios y de prebendas.
En 1998, al darle posesión al Presidente Andrés Pastrana, el entonces senador Fabio Valencia lanzó una lapidaria frase que reflejaba la urgencia de un cambio profundo del Congreso: “O cambiamos o nos cambian”. Pues bien, 25 años después ha quedado demostrado que ni los congresistas han cambiado ni los colombianos los hemos cambiado. Si bien en las pasadas elecciones parlamentarias se reportó una renovación cercana al 70%, tal parece que la mayoría de los que allí llegaron no solo heredaron las curules sino también los vicios y las mañas de sus antecesores. Para muestra un botón: varios de esos nuevos padres de la patria en plena campaña se declararon abiertamente partidarios de rebajar los sueldos de los congresistas, pero una vez instalados allí indicaron que solo lo harían a partir de la próxima legislatura, es decir que no iban a permitir que se tocaran sus bolsillos.
Y, en general, cualquier intento de reforma al Congreso ha fracasado de manera irremediable y, en ocasiones, hasta de la forma más burda. Baste recordar que la iniciativa que lideraba en la pasada legislatura el Representante a la Cámara Gabriel Santos para recortar un mes de vacaciones a los congresistas se hundió en el último debate por falta de quorum. Los asistentes a las sesiones desaparecieron como por arte de magia cuando correspondía discutir este punto del orden del día.
Ni disminución de las dietas, ni recorte de las vacaciones, ni ampliación de períodos de sesiones, ni prohibición de la reelección indefinida, nada de esto ha pasado en el Congreso, aun cuando así lo hayan votado los colombianos en la consulta anticorrupción del 2018. Así que el fracaso de la reforma política de Petro, sin duda una dolorosa derrota para el actual gobierno, era de esperarse porque los congresistas se niegan a cambiar y los colombianos nos negamos a cambiarlos. Tal cual.