Los sistemas de transporte público masivo de pasajeros son un servicio que desde hace mucho tiempo y gracias al esfuerzo económico de las municipalidades, se le presta a los habitantes, especialmente de las grandes ciudades, para facilitar el fácil, rápido, barato, seguro y cómodo desplazamiento de la población.
Por supuesto, las grandes capitales tienen sistemas que no solo integran las distintas modalidades que hay de transporte de pasajeros, sino que cuentan con modernas tecnologías que permiten a los usuarios su uso con el mayor aprovechamiento, excelente flexibilidad y al más bajo precio.
En el caso de Pereira, el municipio logró hace algo más de diez años poner en servicio el Megabús, un sistema de buses articulados que con un recorrido lineal cubre casi totalmente a esta capital y a Dosquebradas, y que es alimentado por el transporte tradicional de buses que llega a prácticamente a todos los rincones de las dos poblaciones.
Es probable que el servicio que presta el Megabús pueda ser mejor, que las frecuencias sean mayores, que se necesiten unas líneas adicionales para cubrir barrios y sectores de acelerado crecimiento poblacional y que las estaciones puedan ser más amplias, cómodas y seguras; pero nadie puede negar que el sistema le dio un vuelco total al servicio de trasporte público en Pereira y Dosquebradas y que le cambió la vida a decenas de miles de personas que lo utilizan todos los días para llegar a sus trabajos, para volver a sus hogares, para cumplir con sus actividades cotidianas y también para ir a las universidades.
No se entiende entonces, cómo quienes están reclamando más presencia del Estado para atender las necesidades de los más desfavorecidos y mayor equidad social, lo primero que están haciendo es emprenderla contra el sistema de transporte público, quemar los buses articulados, destruir las estaciones de pasajeros, amenazar a los conductores e impedir que el Megabús opere.
Con atacar el sistema e impedir que el Megabús preste el servicio normalmente, lo único que están haciendo es dejando a la gente sin transporte y obligándolos a defenderse como puedan para poder llegar a sus destinos. Y, peor aún, obligando a los operadores a subir las tarifas del transporte para cubrir todos los costos de reparar lo que los vándalos están destruyendo.
Por todo esto, si destruyendo el servicio masivo de transporte público se le ayuda a las personas más pobres, entonces vale la pena evaluar si lo más conveniente es suspender el servicio del Megabús mientras cesan las protestas, las autoridades recobrar el control del orden público, y el sistema puede volver a operar sin los riesgos de ser vandalizado y aumentar las pérdidas que está tendiendo.