La otrora querendona, trasnochadora y morena, hoy es una ciudad lúgubre, oscura y peligrosa. Hasta no hace mucho Pereira era una urbe que invitaba a caminarla de día y de noche, a disfrutar de su clima, a aprovechar su dinámico comercio, a gozar de su alegría y a aprovechar su tranquilidad y seguridad.
La gente salía tranquilamente a la calle, inclusive en las horas de la noche. Las personas que laboran en el centro, terminaban su jornada después de la seis de la tarde y podían ir a algún lugar a disfrutar de un rato de ocio, antes de ir a buscar su vehículo particular o tomar el transporte público.
Las plazas y lugares públicos eran sitios de encuentro de jóvenes, de estudiantes, de empleados de los almacenes, de amigos, de mujeres y de personas que simplemente llegaban allí a aprovechar el buen clima y el ambiente amistoso que ofrecía la Ciudad; y las salas de cine eran una opción recurrida por quienes querían aprovechar el final del día para ver una buena película.
Todo esto dentro de la mayor seguridad y tranquilidad. Las personas podían ir a uno u otro sitio sin problemas de inseguridad, o caminaban de un lugar a otro sin la amenaza de ser atracadas, o podían salir de la sala de cine e ir a pie hasta el lugar donde tenía su vehículo sin riesgo de ser robadas.
Hoy la Ciudad es una madriguera de delincuentes que están por todas partes al asecho de cualquier persona, no importa el sexo, ni la edad, ni la condición, para abordarla y robarla, y si se opone para causarle un daño grave. No hay un lugar, ni el centro, ni los barrios residenciales, ni la zona rosa, ni las plazas, ni las estaciones del transporte público, que escape a la acción de la delincuencia.
Todo en medio de una ciudad en total tinieblas. No hay una sola calle, ni siquiera la carrera séptima, o la octava, o la calle 19, que son sus principales arterias, bien iluminada que le transmita tranquilidad a la gente para caminar por ella, todas son espacios propicios para el robo, para el atraco y para el delito.
Y lo peor, todo esto en medio de la ausencia absoluta de la Policía. Después de las seis de la tarde, e inclusive durante el día, un policía en el centro de la Ciudad o en los lugares más concurridos, es un milagro. Luego de esa hora, Pereira queda todos los días en manos de las bandas de delincuentes, de las organizaciones criminales y de los dueños del negocio de la droga.
¿Cómo hacer para devolverle la seguridad a la Ciudad y la tranquilidad a los ciudadanos? ¿Cómo lograr que por el centro se pueda volver a caminar a las siete de la noche, asistir a los centros educativos, ir a algún lugar de esparcimiento, y tomar el Megabús, sin el riesgo de ser atracado o robado; la Policía y las autoridades tienen la palabra.