Las calles están llenas de personas de aspecto indeseable, muchas bajo los efectos de la drogas y no pocos consumiendo a los ojos de todo el mundo, que deambulan sin rumbo.
Nunca antes la Ciudad había vivido una época de inseguridad tan evidente como la que está padeciendo en los últimos días. Así lo afirman los comerciantes, los empresarios, los empleados, los estudiantes, las amas de casa, las personas mayores y hasta los propios vigilantes de los edificios y las unidades residenciales, quienes dicen que por donde se camine se siente un ambiente de inseguridad insoportable.
Las calles están llenas de personas de aspecto indeseable, muchas bajo los efectos de la drogas y no pocos consumiendo a los ojos de todo el mundo, que deambulan sin rumbo y a la espera del menor descuido de los transeúntes o de los establecimientos que hay a lado y lado de las vías, para robarlos o atracarlos.
Y después de la seis de la tarde, especialmente el centro, va tomando un aspecto de miedo e inseguridad que está llevando a que ni los empleados de las empresas, ni los funcionarios públicos, ni los estudiantes de los centros de educación nocturna, quieran salir siquiera a tomar los articulados del Megabús.
La semana pasada la veeduría ciudadana “ Pereira Segura”, que agrupa cerca de 1.400 comerciantes del centro de la Ciudad, realizó una reunión en la sede de la Universidad del Área Andina, a la que invitó a las autoridades, para analizar y buscarle remedio a este problema, y la conclusión final, en palabra suyas, es que Pereira no aguanta más.
Dicen los comerciantes, que la Ciudad está invadida de mendigos, de orates, de drogadictos, de delincuentes disfrazados de habitantes de calle y de atracadores de todos los pelambres que recorren sus calles a la espera del menor descuido de las personas para robarlas o de la oportunidad para atracar los negocios.
Se quejan también los comerciantes de que esas personas indeseables se hacen al frente de sus negocio y no se retiran hasta que no reciben una limosna o no se le da, en el caso de los establecimientos de comida o los restaurantes, algo de comer, lo que sin duda está ahuyentando los compradores y en especial los turistas.
Mientras tanto, afirman los comerciantes, las autoridades no se dan ni por enteradas y a la Policía no parece importarle lo que está pasando en la Ciudad, ni el progresivo deterioro de ciertos sectores, ni el crecimiento de la inseguridad, ni los llamados que hacen los negocios que operan en el centro y ni siquiera el aumento de los robos y atracos.
Es urgente, pues, que entre todo se diseñe un estrategia efectiva para combatir las fuentes que están generando la inseguridad que se ha adueñado de la Ciudad y que no solo tiene encerrados a los pereiranos y a punto de quebrar a los comerciantes, sino que está espantando a quienes nos visitan.