Ello lleva a preguntar si estamos realmente preparados para soportar un nuevo terremoto, cuya posible ocurrencia no resulta tan lejana como algunos pretenden hacerlo ver.
El mundo entero aún no se repone de la dolorosa tragedia de Turquía y Siria donde un violento terremoto de magnitud 7.8 dejó tras de sí un impresionante saldo de más de 43.000 víctimas. Las autoridades de ambos países, con el apoyo de organismos de socorro de carácter internacional, aún no cesan en las labores de rescate de sobrevivientes y de personas fallecidas, a la par que científicos de todo el planeta adelantan investigaciones sobre el comportamiento de las edificaciones, concluyendo que al menos 96.000 colapsaron y otras tantas deben ser demolidas. Y lo más preocupante ha resultado comprobar que buena parte de ellas estaban construidas en forma irregular. Así lo dejó en evidencia un sobreviviente quien declaró a la prensa que: “no había vigas ni pilares en el edificio, solo había tierra y ladrillo…”.
Valga esta introducción para traer a la memoria lo que ha ocurrido en el Eje Cafetero en los últimos 45 años cuando tres terremotos, de menor magnitud que el registrado en Turquía y Siria, han golpeado nuestro entorno dejando tras de sí una estela de luto y destrucción.
Los sismos de noviembre de 1979, febrero de 1995 y enero de 1999, además de un doloroso registro de personas fallecidas, heridas y mutiladas, también entregó un largo listado de edificaciones que se vinieron abajo, muchas de ellas levantadas en zonas de alto riesgo, mientras que otras acusaban evidentes irregularidades en su construcción, así como el uso de materiales inadecuados o de pobre calidad.
En días recientes, el exconcejal Carlos Alfredo Crosthwaite Ferro, puso llamó la atención de las autoridades y de las agremiaciones del sector al afirmar que el 60% de las edificaciones en Pereira se ejecutan sin licencia y sin la presencia de un profesional responsable.
En consecuencia, ello lleva a preguntar si estamos realmente preparados para soportar un nuevo terremoto, cuya posible ocurrencia no resulta tan lejana como algunos pretenden hacerlo ver, puesto que estamos radicados en una región de algo riesgo sísmico y rodeados de fallas geológicas.
Y esa preparación va más allá de saber cómo actuar ante un evento de esa naturaleza y de tener a mano un botiquín y elementos indispensables para sobrevivir a una emergencia. Dicha preparación debe contemplar, sin dilaciones ni excusas, el estricto cumplimiento de las normas de construcción y los códigos de sismo-resistencia, sin darle cabida a la informalidad y a la ilegalidad que parecen campear en este escenario. Porque de ser ciertas las denuncias de ingeniero Crosthwaite resultamos ser demasiado vulnerables por cuenta de la irresponsabilidad de constructores y propietarios que privilegian ciertos intereses económicos por encima de la vida.