La Secretaría de Gobierno Municipal cerró temporalmente la semana pasada varios establecimientos públicos del sector de la Avenida Circunvalar por haberse excedido con la intensidad del ruido permitido. Según el comunicado oficial, los negocios objeto de la sanción arrojaron en la medición acústica que hicieron los funcionarios de esa dependencia, un promedio de 91.53 decibeles, muy superior a los 60 permitidos en esa zona de la Ciudad.
Pereira es una ciudad que ha perdido, por cuenta del ruido excesivo, la tranquilidad. Zonas como la Circunvalar, el Centro, Cuba, el Popular Modelo y Los Alpes son un martirio para sus habitantes por la intensa bulla que producen los negocios y los establecimientos de diversión que funcionan día y parte de la noche en el sector.
Y ni que hablar de sectores fundamentalmente residenciales como Pinares, o como Los Álamos, o como Corales, que perdieron hace rato su vocación y su tranquilidad producto de la negligencia de las autoridades que han dejado instalar y que funcionen establecimientos no propios para lugares como estos, pero, sobre todo, de la falta de control y vigilancia.
Nada tiene que hacer, por ejemplo, un restaurante convertido en discoteca o mejor una discoteca disfrazada de restaurante, en un sector netamente residencial como Pinares y menos operando hasta el amanecer e incumpliendo todas las exigencias que contemplan las normas municipales para cualquier establecimiento que utilice música y produce ruido.
Pero esta no es la única clase de ruido que ha acabado con la tranquilidad de los pereiranos y está haciendo invivible la Ciudad. Las calles más céntricas se han vuelto el escenario donde cada negocio compite con el del lado o el del frente a ver quien vocifera más alto invitando a los transeúntes a entrar y a aprovechar las promociones del día, no importa si sus altoparlantes ensordecen a los vecinos o a quienes simplemente caminan por el lugar.
O más molesto e insoportable aún, los solistas y conjuntos musicales que desde bien temprano del día se instalan en las esquinas, amplificador y micrófono en mano, y empiezan a hacer sus desafinadas interpretaciones haciendo imposible la vida y el trabajo a quienes tienen sus residencias, o sus oficinas y o sus negocios alrededor.
O para no ir muy lejos, las decenas de carretas y zorras llenas de frutas y de toda clase de verduras que van y vienen por el centro anunciando sus productos a través de potentes altoparlantes y ensordeciendo en su recorrido a todas las personas por donde pasan.
Está muy bien entonces, que la Secretaría de Gobierno controle y sancione a aquellos establecimientos públicos que hayan desbordado los límites permitos de ruido y estén afectando a los habitantes y visitantes de La Circunvalar; pero que bueno que este control, primero se extendiera a toda la Ciudad y segundo, a otra clase de ruidos que no son menos incómodos, ni insoportables para los pereiranos.