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viernes, junio 9, 2023

De afición no hay nada

Qué clase de hinchas son estos que a la suspensión, por cualquier consideración que se haya tenido, de los generosos beneficios que les daba el equipo, hayan respondido de semejante manera.

Lo sucedido el domingo pasado en el estadio Atanasio Girardot de Medellín durante el partido que el Atlético Nacional disputaba con el equipo América de Cali, deja al descubierto todo lo que se esconde detrás de las llamadas barras bravas que asisten a los estadios supuestamente para acompañar y animar a los equipos de fútbol de cada ciudad.

Según el propio presidente del Atlético Nacional, el club tenía que darle a la barra “Los Del Sur”, 500 boletas para cada partido que disputara el equipo en Medellín, toda la logística para cuando el equipo saliera a la cancha, pagarle la vigilancia que supuestamente hiciera cuando venía hinchada de otras ciudades para que no cometiera desmanes y muchos otros beneficios como refrigerios y transporte, todo por un valor cercano a los cien millones de pesos mensuales.

Dijo el directivo y así lo aceptaron los principales integrantes de las barra brava, que los desmanes del sábado y la arremetida contra la Policía, contra las instalaciones del estadio y contra todo lo que encontraron en su camino, fue la respuesta a la suspensión del millonario apoyo y los beneficios que el club le otorgaba a los barristas.

Todos las fotografías y videos que han publicado los medios de comunicación y han circulado por las redes sociales, muestran la manera premeditada, aleve, bien orquestada y salvaje como los integrantes de la barra “Los del Sur” arremetieron contra la policía, golpearon los uniformados, destruyeron las cercas metálicas, invadieron el campo de juego y obligaron a la suspensión del partido.

Qué de clase hinchas son estos que a la suspensión, por cualquier consideración que se haya tenido, de todos o de algunos de los generosos beneficios que les daba el equipo, hayan respondido de semejante manera, no solo destruyendo el estadio e impidiendo que jugara el partido de turno, sino amenazando con no dejarlo jugar los compromisos de la Copa Libertadores de América.

Y todos pensando que la asistencia de las barra bravas al estadio cada domingo, llueva, truene o relampaguee, y aún con el equipo en la B y en el fondo de la tabla, era puro amor al equipo y a los colores de la ciudad; cuando la realidad es que detrás de esto se mueve un millonario negocio de unos pocos.

Todo esto increíblemente con al menos el beneplácito del Alcalde de Medellín que, a través del encargado, dijo que no le prestaría el estadio al equipo Nacional para que juegue sus partidos mientras no negocie con los mismos delincuentes que lo acaban de destruir y no asuma el costo de la vigilancia de los partidos, pero no se le escuchó una sola voz de condena por los actos de barbarie cometidos el sábado pasado.

Queda, pues, confirmado que de afición y de amor al equipo nada tienen las llamadas barras bravas, por los menos las de Medellín, y que lo que son, es una montonera de delincuentes, de vándalos, de extorsionistas, de chantajeadores y de negociantes que lo que único que le importa es que les paguen su extorsión, así el equipo no tenga con qué, para no acabar con el estadio y con la ciudad.

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