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martes, marzo 21, 2023

¿Cómo hacer?

Es como si la obligación constitucional de garantizar la seguridad de los ciudadanos y proteger su vida y sus bienes, sólo tuviera que cumplirse de día y en unos pocos sectores.

La otrora querendona, trasnochadora y morena, en la que se podía trasnochar sin ningún peligro, en la que se podía caminar por el centro después de las seis de la tarde, en la que la Plaza de Bolívar, El Lago y el parque de La Rebeca, tenían vida nocturna y eran lugares seguros para el remate de un noche de diversión, e inclusive en la que muchas personas salían tarde de sus oficinas y caminaban hasta el Megabús para tomar el transporte público sin riesgo de ser robados; hoy es una ciudad insegura y peligrosa para todos sus habitantes y también para quienes nos visitan.

Aquella ciudad alegre en la noche, llena de gente que salía tarde su trabajo, de estudiantes que terminaban tarde sus clases, de personas que salían tarde de cine y de jóvenes parejas que salían a media noche de algún sitio de diversión, hace rato se convirtió en un lugar en el que no se puede caminar después de las seis de la tarde, en el que transitar por el centro se volvió un acto temerario y en el que salir de diversión y tener que cruzar ciertas zonas, hoy es un peligro inminente.

Basta recorrer las  calles de la urbe después de que empiece la noche para ver que son oscuras, lúgubres, llenas de indigentes y de habitantes de calle que las recorren en busca de una oportunidad, legal o ilegal, para satisfacer su adicción a las drogas; de drogadictos consumiendo abiertamente en las esquinas; y de malandrines a la espera del primer transeúnte desprevenido para atracarlo o robarlo.

Todo esto en medio de la ausencia absoluta de las autoridades. Encontrar un policía en las horas de la noche, por ejemplo, en el centro de la Ciudad, o vigilando algún sector, o recorriendo sus calles, es una odisea. Es como si la obligación constitucional de garantizar la seguridad de los ciudadanos y proteger su vida y sus bienes, sólo tuviera que cumplirse en las horas del día y en unos pocos sectores de la Ciudad.

Mientras tanto la Ciudad se está quedando en manos de los delincuentes, de los orates, de los habitantes de calle, de los consumidores de alucinógenos, de los mercaderes del sexo y de los traficantes de droga, que se han apoderado de su vida nocturna y han sembrado el miedo y la inseguridad en todos sus rincones.

Cómo hacer entonces para recuperar la seguridad, especialmente nocturna, en la Ciudad, para devolverle la tranquilidad a los ciudadanos, para que la gente pueda caminar sin riesgo por sus calles, para que los mayores puedan volver al cine en la noche, para que los estudiantes asistan sin peligro a sus clases y para que el ciudadano corriente pueda ir a buscar el Megabús sin el riesgo de ser atracado. Las autoridades tienen  la palabra.

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