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Pereira
martes, octubre 3, 2023

En eso y eso se creció la comarca

En días pasados El Diario fue testigo del primer encuentro de los descendientes de los tres hermanos Marulanda (Juan María, Valeriano y Francisco), en dicha reunión se asignaron tareas para un segundo encuentro que se acordó para ayer 21 de octubre. El lugar y la hora fueron los mismos, Museo de Arte de Pereira a las 10:00 de la mañana.

 

En esta ocasión hubo un ingrediente especialmente notorio, eso fue la presencia de tres niños; la nueva generación de Marulanda, llegaron para escuchar parte de la historia y las anécdotas de los patriarcas Gregorio Marulanda y su esposa (la abuela) Rita Arango Álvarez del Pino, padres de los Marulanda, los jóvenes que se habían casado en Pácora con las hermanas Botero, y que descalzos, subieron al Alto del Nudo a mirar qué había más allá.

 

La abuela Rita era una mujer menuda de tez blanca y ojos claros, ella fue la verdadera artífice de lo que hoy se conoce como Pereira, pues al quedar sola con sus tres hijos emigró desde Sonsón, Antioquia; también estuvo un tiempo por los lados de Santa Rosa de Cabal, y el panorama que se abrió ante sus ojos los entusiasmó tanto que siguieron caminando y llegaron a los terrenos de lo que hoy es Combia.

 

De esa historia de semblanza y añoranza es que se desprende el conocido dicho, ‘así no va a llegar a ningún Pereira’, ya que desde donde ellos venían, pensar siquiera en pisar este suelo era una misión imposible. Eran gente pobre que se enfrentaban sin más escudo a la brava montaña.

 

Los Marulanda siempre se determinaron liberales, Juan María llegó a ser coronel; Veleriano y Juan María eran el binomio perfecto en los negocios y la política. Cuando esta familia dejó Antioquia, esa provincia solo contaba con 46 mil habitantes. El papá, Juan Gregorio, murió en 1890.

 

Eran tan conocedores de la ‘tumba’, cómo denominaban el abrir monte, que Valeriano Marulanda, según la historia, expresó: “En eso y eso, no sé qué habríamos hecho sin la guadua, es una bendición de Dios, de ella sacamos los vasos, las camas y el material para las casas”. Finalmente en 1878, se asentaron en los prominentes potreros que rodeaban al caserío recién fundado que era la Perla del Otún.

 

La crónica de la jornada y las anécdotas jocosas de ayer corrieron por parte de Nohora Ángel Echeverry, una Marulanda que empezó su relato con el saludo: “Queridos primos, lo que les voy a contar es producto de un teléfono roto de 170 años, nosotros más que una familia, somos una estirpe, porque para llegar a la capital cívica y hospitalaria que hoy es Pereira, se debe ser verdaderamente fuerte”.

 

En eso y eso, como decía siempre él mismo y que todos los del salón replicaban, Valeriano muere en 1929, mientras que en la Notaría 1 de Pereira, se encuentra la sucesión de Juan María, personajes con historia a quienes siempre habrá que recordar por haber generado riqueza y ser trabajadores ejemplares, afirman sus familiares.

 

Una de las anécdotas que más hizo reír a los asistentes fue la que se contó de Juan María: en 1897 el cura de El Toro, para solucionar una situación apremiante, le mandó a ofrecer al rico y generoso Marulanda, un cristo de oro que era el único bien que esa población poseía. El experto negociante fue al banco y no contento con el ácido que le probaron en manos y pies, hizo que le agregaran un poco en la parte trasera, de allí salió un líquido verde y el Marulanda expresó: “lo que me van es a robar”.

 

Susana Vitón Arango es una Marulanda de ultramar, ella nació en España, pero llegó a la ciudad hace 11 años cuando apenas tenía 2. Ayer fue la niña que todos mimaron pues donó al Museo la pintura de Luisa Botero, la esposa de Valeriano, sus más antiguos ancestros, “La familia Arango Marulanda hace la donación de este cuadro al Museo, porque sabemos muy bien que la van a cuidar por muchos años más”, dijo la niña.

 

Hablar de Pereira sin un Marulanda es como decir Salamina y Santa Rosa, sin Fermín López.

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